César Carcelén

Un Miércoles de Ceniza en el que solo se cumplió su esencia

La Cuaresma, ese tiempo de conversión y preparación para la Pascua que tanto anhelan los cristianos y, muy especialmente los cofrades, llegó con el cielo encapotado, lluvia después de casi un mes sin verla en la tierra de los olivos, y con el siempre desagradable viento que suele soplar para impedir que el paraguas ejerza su sencilla función. De hecho, el viento provocó el primer incidente de una jornada en la que todo lo que podía salir mal, salió. La rampa colocada para permitir el acceso a la Catedral de las andas sobre las que procesionaría Nuestro Padre Jesús de la Piedad se volaron con estrépito con la desgracia de golpear y partir una de las pilastras de la escalinata del Templo Mayor en una imagen que al poco ya era viral.

A modo de ensayo de lo que suele ser demasiado habitual en Semana Santa, desde primera hora de la tarde eran constantes las consultas meteorológicas que si bien preveían mejoría con el pasar de las horas, bastaba solo con mirar al cielo para desmontar cualquier teoría. Por eso, se retrasó en un primer lugar la salida del Señor de la Piedad desde su capilla dominica de la Purísima Concepción, tiempo que permitió la bendición de la nueva Cruz Alzada que estrenaba la Cofradía de la Estrella en esta jornada tan especial. Tres cuartos de hora después, un clareo alentaba a la hermandad a salir y afrontar el camino más corto de ida a la Catedral. Sin embargo, a la mitad de la calle García Requena, la lluvia volvió a hacer acto de presencia para generar nerviosismo en un cortejo que, acelerado, se plantó en la Puerta del Perdón de la seo jiennense bastante antes de lo previsto. Un traslado que no alcanzó los 30 minutos, con el deseo de que, tras la celebración de la Eucaristía y la Imposición de la Ceniza, se pudiera rezar el Vía Crucis de las Hermandades como estaba previsto.

Sin embargo, a la finalización del culto presidido por el Obispo de Jaén, la lluvia no persistía en su empeño de estropear el Miércoles de Ceniza esperado y deseado. Por las naves del Templo se rezaron las 14 Estaciones del Vía Crucis más una en la capilla del Santo Rostro, en un ambiente especial de recogimiento, con Jesús de la Piedad esperando en el Altar Mayor su regreso a casa. Una vuelta que se produjo siguiendo el mismo itinerario de la ida, ligera pero sin las prisas de la tarde, porque ahora sí, en el cielo se asomaban solo las estrellas.

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