El objetivo de la formación es preparar a las personas para la vida, crear en ellos inquietudes, descubrir sus valores, ayudar a crear caminos propios de felicidad, de realización, de compromiso social, y en el ámbito de las Cofradías y Hermandades, descubrir a Cristo y el Evangelio como valor supremo digno de fe y de sentido absoluto. La Formación, se dice, es uno de los grandes pilares de las Hermandades, pero últimamente, parece algo demasiado escuchado pero poco asumido, quizás porque con el nombre de Formación parece que nos referirnos exclusivamente a la organización de una o dos charlas o conferencias… a las que siempre van los mismos, a las que ciertamente se invita a ir a los jóvenes, incluso a participar, pero que en la mayoría de los casos les parecen demasiado teóricas, alejadas de sus inquietudes cotidianas, de sus preocupaciones e intereses. La Formación no puede imponerse como se imponen normativas, como se imparten clases, sino que es, una tarea de búsqueda y ofrecimiento testimonial de los valores que conforman la identidad de una Hermandad, es decir, los del Evangelio, una búsqueda en las que están comprometidos hermanos y hermanas, cada uno en su responsabilidad que, por supuesto, no es exclusiva de la junta de gobierno, sino que deriva de la propia y voluntaria vocación del cristiano cofrade.
A veces se piensa por determinados sectores de cofrades que hablar del Evangelio y de la Formación, son sólo cuestiones propias para los planes anuales y que no pertenecen a lo especifico de lo cofrade, pero es del todo conveniente de cara a la imagen externa de la Hermandad para con el párroco o capellán.
Desde hace unos años, atraídos por las nuevas modas, a las Cofradías están llegando adultos con una cierta formación académica o empresarial y también muchos jóvenes que entran en la Hermandad a través de las bandas, costaleros, de los grupos jóvenes, que profesan, una religión light, superficial, de devociones estéticas, de amor a unas tradiciones que no entienden en su raigambre cristiana, y que para muchos de ellos, la religión poco o nada tiene que ver con su vida personal. Es todo un exponente de la cultura del ocio y de lo estético. Por esta razón, y con la coartada de la convivencia y la caridad, nuestras hermandades, empiezan a parecerse más a “ongs” o clubs lúdicos deportivos, donde priman las carreras, caminatas, tentaderos, bodeguitas, en detrimento de una cada vez menos importante, y más superficial formación cofrade. Las Cofradías deben de ser escuelas de vida y de fe o se convertirán en una nueva “movida” consumista y sin valores trascendentes. O son escuelas donde compartir y educar los sentimientos hacia una fraternidad solidaria o los jóvenes seguirán la peor tradición capillita ceñida sólo a lo lúdico o a lo estético, como en los años ochenta del siglo pasado… Las Cofradías deben de ser, escuela de comunión con la Iglesia o perderán definitivamente su vinculación afectiva y sacramental con ella.
Gregorio Rodríguez Montoro