Aunque el Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma siempre está marcado por el llamamiento a la oración, pocos años ha alcanzado la pureza en su esencia como lo ha hecho este 2021. Jornada de fuerte carácter cofrade, en la que la Agrupación de Cofradías de Jaén celebra el Vía Crucis de las hermandades, la pandemia impidió el traslado público del Cristo del Santo Sepulcro que presidió el rezo que tuvo que hacerse de forma estática en el interior de la Catedral, sin el bullicio que suele acompañar a los cofrades en el regreso a su sede canónica. Además, a estos condicionantes se sumó la limitación del aforo de la seo jiennense. Solo 300 personas pudieron acceder para participar en la Eucaristía e Imposición de la Ceniza presidida por el Obispo de Jaén, D. Amadeo Rodríguez Magro.
Con el Cristo del Santo Sepulcro en el presbiterio, el prelado trasladó a los fieles el mensaje renovado de cada Cuaresma. Oración, ayuno y limosna para preparar interiormente una nueva Pascua, una nueva Semana Santa.
Durante su homilía, el Obispo señaló que durante la Cuaresma, “mirando siempre hacia la resurrección de Cristo, se enciendan en nuestra vida los avisos de que no transitamos por los caminos de Dios: con nuestras actitudes, nuestras acciones, nuestros sentimientos, nuestros deseos…”.Y añadió que, a través de la Palabra de Dios que vamos escuchando, “se nos avisa de que quiénes somos, de cuál es nuestra vocación, de dónde está nuestro destino y, sobre todo, se nos avisa de que tenemos que reflejar en nuestra existencia cristiana la luz, la verdad y la vida de Jesucristo resucitado”. En este sentido, y haciendo referencia a la Carta Pastoral que ha escrito para este tiempo, continuaba explicando que “así caminamos por la Cuaresma hacia la Pascua, intentando descubrir que es lo que no está bien en nosotros o nuestra propia existencia, para convertirnos. Hoy es un día para resurgir de nuestras cenizas, para convertirnos y creer en el Evangelio. En definitiva, para que nuestra vida manifieste Evangelio”.
Monseñor Rodríguez Magro quiso manifestar, además, que “estamos comenzando a recorrer el camino hacia la Pascua, y lo hacemos con libertad, pero siempre confiando en el Señor”. Asimismo, subrayó tres actitudes esenciales del cristiano en este tiempo de preparación, conversión y esperanza: la oración, la limosna y el ayuno. Así, animó a los fieles a orar. “Tenemos que preguntarnos cuál es nuestra relación con Dios. Como Jesucristo que vivía siempre, ante cualquier decisión, actitud o acción, confiando en Dios, nosotros, como sus hijos también tenemos que confiar en él a través de la oración, porque la oración es fundamental”. En cuanto a la limosna el Pastor diocesano afirmó que “el cristianismo es una forma de vida personal y relacional, no es algo individual reducido a estos templos, tenemos que vivir con generosidad ante los demás. Tenemos que preguntarnos cuál es la lógica de Dios sobre todas las cosa. Y la lógica de Dios en las relaciones de los unos con los otros, es siempre de amor, compasión y misericordia”. Finalmente, haciendo hincapié en el ayuno, Don Amadeo apuntó que ayunar no es solo no comer o beber, “hay que renunciar a muchas cosas viviendo un estilo de vida sobrio, sencillo, justo, noble… Un estilo de vida que sea reflejo de la luz de Cristo y respete los valores del Evangelio”. Y añadió: “En una vida de tanta abundancia hay que cumplir el ayuno y la abstinencia, pero tiene que ir acompañado de otras cosas. el El Papa Francisco, por ejemplo, nos ha pedido en estos días, que seamos sobrios en su utilización de las redes sociales. Pero son tantas y tantas cosas… y cada uno conoce a lo que está atado. Por eso, hay que ir poco a poco deshaciendo esos nudos para sentirnos libres ante Dios y ante la verdad de la fe en Jesucristo”.
Antes de concluir, animó a los fieles a dejarse reconciliar con Dios durante la Cuaresma, “busquemos la reconciliación con Dios, porque este tiempo es único y especial en la relación de Dios con nosotros. Este es el tiempo de nuestra salvación”.
Tras sus palabras, el prelado jiennense bendijo las cenizas, procedentes de las palmas del Domingo de Ramos, y que a continuación iban a ser impuestas en cada una de las cabezas de los fieles congregados. El primero en recibir las cenizas fue el propio Obispo, quien hizo lo propio con los concelebrantes y los seminaristas. Ya a los pies del altar, los fieles se acercaron, ordenadamente, a recibir ese signo conversión.
Al finalizar la Santa Misa se procedió al rezo del Vía Crucis. Solo una cruz escoltada por dos ciriales, fueron recorriendo las naves de la Catedral para detenerse en cada una de las 14 estaciones que se fueron leyendo por parte del vocal de Cultos de la Agrupación de Cofradías, Tomás Díaz.