Una historia anecdótica

Consultando los anuarios y boletines de distintas hermandades de nuestra ciudad, sorprende ver las citas históricas y artículos de investigación, tanto pasados como presentes, tan sumamente interesantes de lo que fueran los años de esplendor de algunas de nuestras devociones, hoy muchas extintas o en decadencia. Investigadores de la talla de Ortega y Sagrista, López Pérez, Domínguez Cubero y demás prodigiosas mentes, han empleado largos años de su vida en recabar esa cantidad de testimonios, para dar a conocer los tiempos pasados de nuestras hermandades y nuestra Semana Santa. Ya que entendían o entienden, que no podemos saber a dónde vamos, sin saber de dónde venimos, dotándonos de un valioso patrimonio como es el conocimiento de la tradición.

Más sorprende, la manera en que estos artículos y libros, interpelan a nuestras hermandades, que no hacen más que mostrar recortes de algunos textos como datos anecdóticos de lo que fue hace siglos la hermandad, sin suponerles ningún interés mayor por recuperar ese esplendor de antaño, ahora perdido. Más si cabe porque algunas cofradías tan antiguas y tan dotadas de historia, se encuentran en un momento de crisis, que subsisten a trancas y barrancas en una semana santa que exporta estética moderna y pocas veces personal. Damos palos de ciego año a año con ideas irreverentes, sin saber muy bien qué hacer y no nos damos cuenta que tenemos todas las soluciones a los actuales problemas entre nuestros archivos, todos los verdaderos cultos en esas hojas ya gastadas y una personalidad de prestancia entre antiguas pastas de cuero.

Debe llegar el momento en el que la historia no sirva sólo para almacenarse y con la que vanagloriarse de tiempos pasados, sino que nos sirva para aprender de los errores, nos aporte las soluciones que tomaron nuestros antepasados, nos conmueva con una estética depurada que volver a poner en valor y en práctica, y por supuesto que dote y diferencie a todas estas hermandades de un carisma diferente a las demás, tal y como aquellos siglos pasados por orden de las reglas que erigían las hermandades se sometían todos nuestros hermanos predecesores. Es muy importante conocer nuestros orígenes, no sólo la historia de nuestra hermandad, sino la historia de nuestra Semana Santa en general, para que el complejo de inferioridad con respecto a otras ciudades no nos engulla, para no tratar de importar en nuestra ciudad seudo sucursales de otras cofradías foráneas, advocaciones nunca antes vistas por nuestra tierra y traigamos algo nuevo que mire al pasado, admirando la riqueza primitiva de nuestras imágenes y procesiones giennenses, sin complejos ni cobardías.

Podríamos tratar de justificar o señalar que los culpables de esta ruptura con nuestro pasado y nuestras formas fueron hechos históricos acaecidos a principios del siglo XX, incluso remontarnos a hechos anteriores a los del pasado siglo que tanto daño nos hicieron, también podríamos poner el foco en las soluciones erróneas que se tomaban a mediados del siglo pasado donde se plagiaban a pies juntillas lo que se hacía en las capitales de provincia más fuertes (entiéndanme lo de fuertes). Pero todo esto no son más que errores a los que podemos ponerle solución en la actualidad, siendo siempre plenos conocedores de nuestra historia y por ende, de nuestra tradición. Para que así las hermandades no se conviertan en anécdotas del pueblo y consigan ser custodias de una santa y bella tradición de amar a Cristo y compartirlo con todas las gentes de nuestro pueblo.

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