Manuel Quesada Titos

Se cerró el telón de un sueño

Como si fuera una obra de teatro, una escenificación de tantos actos como días, se terminó casi sin darnos cuenta, escapando de las manos y de la mirada para quedarse en el cajón de la memoria cofrade, aquella que guarda estampas que ni los años son capaces de borrar. Solo les cambia el tono, de ilusión a la nostalgia y la melancolía.

Finalizó sin la firma del epílogo, aguada en la mañana de la Vida. Pero solo terminó para aquellos que aparecen con la ceniza y se esfuman con el incienso. La Semana Santa de 2014 echó el telón a la vez que levantó las bambalinas de la de 2015. Así, sin solución de continuidad viven los cofrades de verdad, los que trabajan en el anonimato de la hermandad, sin buscar medallas ni palmaditas en la espalda. Cofrades que saben que el lucimiento es solo para los que están arriba, que dejan horas, familia y amigos por una hermandad los 364 días al año, para lucir en penitencia como cofradía solo un día. Puede que sea el más importante, pero es solo uno. ¿Por qué quedarse con uno pudiendo tener 364?

La Semana Santa de Jaén del año 2014 se marchó, sin saberlo, con el negro del manto de la Soledad. Tal vez buscando la soledad del hermano que no ha podido acudir a la calle por enfermedad. O la soledad del que está lejos ganando ese pan nuestro de cada día. Así se nos escapó una noche triste, llorada como las velas de una candelería que este año sí ha dado llama de amor a María.

Capirote abandonado en la plaza de Santa María
Capirote abandonado en la plaza de Santa María

Resulta llamativo que, de repente, es como si nada hubiera ocurrido, como si todo hubiese sido tan solo un sueño, un espejismo. Ya no se habla de cofradías, desaparece la actualidad cofrade de la prensa local y hasta los servicios de limpieza se afanan por borrar la cera que gota a gota ha ido marcando los senderos de la Pasión. Jaén recupera el pulso, o puede que lo pierda de nuevo. Porque durante una semana lo tuvo acelerado, emocionado, a flor de piel de clavel y rosa. Y en el silencio de la clausura y de la parroquia, vuelve a dormir ese repeluco que con el sol como testigo, encogió corazones e hizo hablar al alma.

¿Por qué todo muere de repente? ¿Merece la pena tanto esfuerzo para que la inmediatez del tiempo borre el camino marcado? ¿Realmente, se ha sembrado?, o lo que es lo mismo ¿se ha evangelizado? El tiempo y Dios nos dará las respuestas porque Jaén calla y duerme, mientras los cofrades despiertan de un sueño que les mantuvo en un estado de emoción difícil de describir con palabras. Seguramente, porque no existan todavía en el diccionario para explicar algo que trasciende los sentidos. Por esto, siguen viendo fotografías, reposando vídeos y buscando todo aquello que les lleve de nuevo a momentos que no volverán.

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