Es el Rosario de la Aurora más tempranero de cuantos se celebran en la capital del Santo Reino. A las 7 de la mañana, cuando despunta el día y algunos apuran la noche, abre sus puertas la Iglesia del Salvador. De allí, sin que la rampa del Lunes Santo anuncie su presencia, aparece la Amargura. Acompañada por un puñado de fieles, los que ganaron a la pereza y al sueño para estar un ratito de sueño despiertos.
El mes de mayo nos dejó el último de los Rosarios de María en el Salvador. Habrá que esperar a octubre para volver a disfrutar de la presencia de la Virgen en nuestras calles en estos rezos íntimos y públicos que las cofradías celebran para hacerse presentes sin la bulla de la Semana Mayor, pero con la misma fe que entonces.
Fotografías: Manuel J. Quesada Titos