Que no se pierda nunca

Manuel J. Quesada Titos

Con el final del año llega el inevitable repaso a lo bueno y lo menos bueno vivido a lo largo de los últimos meses. Un análisis personal que lleva inevitablemente aparejado el listado de propósitos, anhelos y deseos para el siguiente año. Es entonces, en víspera de la Navidad y la llegada del Salvador, cuando una vez más la Madre reclama la atención de quienes acuden a Ella en busca de Esperanza. Esperanza de Amor, Esperanza de Misericordia, Esperanza de Salvación.

En Cristo Rey, mientras en sus cercanía se consume la Navidad comercial y los colores de las luces ambientan las largas noches de un otoño, solo unas velas iluminan el rostro de la Luz. Allí, después de tres días de oración, la Esperanza jaenera también tiende su mano al beso. Es su regalo, el mejor en estos días de demasiado papel de envolver sueños efímeros. Los suyos, los de su Esperanza, son para siempre.

Fotografías: Manuel J. Quesada Titos

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