Dadas las fechas, Jaén se asemeja más a una ciudad fantasma que a una capital de provincia. Algunos huyen del calor y la rutina a los puentes que salpican el entorno serrano y los más afortunados, buscan en el mar el descanso de unas merecidas vacaciones. Precisamente en las zonas costeras, la devoción a la Virgen del Carmen se palpa el arraigo en una tradición marinera que provincias de interior como la jiennense, no gozan. Sin embargo, en el silencio solo interrumpido por unas chicharras que marcan los grados de un termómetro en alza, irrumpen los vivas a la Madre de Dios en el viejo Jaén.
En la plaza de San Juan, la Cofradía de la Virgen del Carmen inicia su procesión en busca del corazón de la ciudad para mostrar a jiennenses y visitantes la fuerza de un escapulario que ofrece la misma Madre y el Hijo. Con su larga melena morena, Nuestra Señora camina portada por hombres de trono que cada 16 de julio acuden prestos a la cita, para mecer cual olas marineras, a la Reina de mares, cielo y tierra. Como siempre, muchos devotos del carmelo alumbran el caminar del encuentro que se inició en su Novena y que ahora se hace patente por las calles y plazas.
Fotografías: Manuel Quesada Titos