Más de dos décadas hacía que el grupo escultórico de Nuestra Señora de la Piedad, de la Cofradía de la Soledad, no salía a las calles de nuestro Jaén. Por esto, y por el protagonismo y dimensión que poco a poco va cogiendo una acto tan importante como el Vía Crucis del Miércoles de Ceniza, el momento alcanzaba tintes históricos. Con la luz de la primera tarde de marzo, se abría la puerta renacentista de la Basílica Menor de San Ildefonso, primera de las grandes novedades de la jornada, para ver salir un nutrido cortejo de corte serio, para acompañar a La Piedad en su traslado a la Catedral. Muchas personas se agolparon en la plaza de San Ildefonso, como si de un Viernes Santo se tratara, para dar cobijo a una hermandad que requiere de cariño y atención cofrade.
En la calle pudimos ver por vez primera el nuevo estandarte de La Piedad, representada en un magnífico óleo de Conchi Quesada Ruíz y con bordados de las Reverendas Madres Dominicas de Jaén. Cerrando el cortejo, las andas con elementos del antiguo paso de este grupo escultórico, sobre las que la Madre recoge el cuerpo muerto de Cristo. Faltaba la cruz, pero desprendía simbología un monte calvario con distintos tipos de flores, entre las que asomaban espigas y racimos de uva, e incluso una calavera. Por último, un trío de capilla de la Banda de Música Blanco Nájera puso los acordes justos para una tarde de sonidos de Cuaresma.
Tras la Eucaristía e Imposición de la Ceniza en la Santa Iglesia Catedral, presidida por el Obispo de Jaén, Amadeo Rodríguez Magro, se inició el rezo del Vía Crucis de la Agrupación de Cofradías, con su primera estación en el interior del templo catedralicio, y la última en la Basílica Menor de San Ildefonso, donde La Piedad aguardará de nuevo, no se sabe cuánto, el momento de reencontrarse con el pueblo cofrade de Jaén. El mismo que gracias a este Miércoles de Ceniza a redescubierto la belleza de un grupo escultórico que bien merece procesionar en nuestra Semana Santa.
Fotografías: Manuel J. Quesada Titos