Las goteras y la humedad se adueñan de la parroquia de San Juan y San Pedro. Hasta la Virgen de los Dolores que se encuentra en su interior, se ha visto obligada a abandonar su capilla por las filtraciones. Los feligreses buscan fondos con los que reparar las cubiertas.
La iglesia de San Juan y San Pedro lleva siglos resistiendo al paso del tiempo. Ahora, sin embargo, su “avanzada edad” comienza a pasarle factura. Los problemas que arrastra no son nuevos, pero el invierno anterior dejó su impronta, con más fuerza si cabe, en su estructura. Tanto es así que los feligreses comentaban ayer a la salida de misa, que “a veces llovía más dentro que fuera”. Varios cubos repartidos por la nave recogían el agua y, aún hoy, un simple paseo por los salones parroquiales pone de manifiesto la humedad que reina en el lugar. Hace meses que no cae ni una gota y los techos siguen completamente empapados. De continuar así las cosas, es posible que el centenar de niños que asiste a catequesis en el lugar, tenga que buscar un nuevo espacio para recibir las clases.
La preocupación de los feligreses es tal que han puesto en marcha una campaña para recoger donativos e, incluso, han estipulado unas cuotas mensuales para quienes quieran colaborar en la recuperación de la parroquia. Los problemas que más urgen se concentran en las cubiertas del templo. Por ahora se trabaja en el cambio de parte de las tejas con la esperanza de que no se repitan las filtraciones del pasado invierno. Sin embargo, aseguran que el tejado se encuentra en muy mal estado y que requiere un cambio completo al que, por ahora, no pueden hacer frente. Han redactado cartas explicando su situación y las han hecho llegar a diversas administraciones y colectivos. Sin embargo, son los fieles los que, como hormiguitas, responden poco a poco a la llamada. Y es que, a pesar del andamiaje que se aprecia en el exterior, las reformas están a la espera de saber el dinero con el que se cuenta definitivamente. No obstante, deben concluir antes de que regrese el mal tiempo.
Mientras tanto, en el interior del templo la humedad sigue causando estragos. Tanto es así que la talla de la Virgen de los Dolores, que data del siglo XVI, se ve obligada a permanecer fuera de su capilla por la humedad que rezuman sus paredes aún hoy. Además, la argamasa de los muros también comienza a perder consistencia porque se empapan con parte del agua que discurre por la fuente de la Plaza de San Juan. Un sinfín de complicaciones que buscan solución únicamente en la solidaridad de los feligreses.