César Carcelén

La Cuaresma quedó cautivada por su pena

Lloraba y lo hacía sin poder parar de hacerlo. Pero sus lágrimas no eran por el abandono de unos discípulos que, cautivados por el miedo, huyeron a esconderse. Más bien, Él lloraba por todo lo contrario. De repente, salía de donde cada día recibe a su gente, la gente de su barrio, para adentrarse por vez primera en el corazón de la ciudad. Y la ciudad le esperaba.

Este año, el Miércoles de Ceniza tenía en Jaén luz de Miércoles Santo. Porque más que el inicio de la Cuaresma, se presentía estar inmersos en una jornada de una Semana Santa futura, cuando desde el castizo barrio de Santa Isabel procesione una de las nuevas hermandades que están aportando, no solo novedad, sino también, buen hacer y ejemplo de trabajo, constancia y fe. Fe en un proyecto, casi loco en sus comienzos, pero que hoy ya es realidad. Por eso, también lloraba Jesús, el Divino Redentor que ayer se presentó a Jaén para cautivarla con su mirada brillosa de la que emanan las lágrimas de quienes ante él suplican y rezan.

Pronto, con el sol de testigo y el castillo de vigía, salía Jesús Cautivo presto en busca de la casa de todos los cristianos de Jaén, la casa que solo abre sus puertas a las cofradías un miércoles al año, pero menudo miércoles. En el traslado, la Hermandad del Cautivo y la Trinidad veía como se le sumaban fieles que hacían más llevadero el largo trecho al que se añadieron imprevistos habituales en unas calles que no entienden que Dios entra por las anchuras y las estrechuras.

Una vez en la Catedral, la gente se preguntaba, ¿qué Cristo es éste?, ¿de qué cofradía es?, a lo que añadían, ¡qué bonito!, ¡es imponente!. Así, casi sin darse cuenta, Jesús soltaba la soga que ataba sus manos para tenderla a ellos, pequeños y mayores, que para cumplir con la tradición, llenaron el Templo Matriz para recibir la ceniza que anuncia una Cuaresma más, que anuncia que el tiempo de la espera ha llegado.

Y tras la ceniza y la Eucaristía, un Vía Crucis por el Casco Antiguo de la ciudad. Todo un lujo para una noche apacible, de luz tenue, de cera sobre la piedra y de incienso. Así comenzó la Cuaresma de este 2014 en Jaén, cautivada por la pena de un Cristo que entró en el corazón de la ciudad esperando otro miércoles, pero esta vez, Santo.

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