El inicio de la Cuaresma es el acelerador de la cuenta atrás cofrade. Todo va más deprisa y hasta el corazón late con turbulencias en estos cuarenta días que deben ser, por encima de todo, de caridad, oración, ayuno y penitencia. Así lo recordó el Obispo de Jaén en la homilía de la celebración del Miércoles de Ceniza en una Catedral que se llenó de fieles para recibir la ceniza que representa lo efímero, lo pasajero de esta vida. De ahí la importancia de alcanzar la Misericordia de un Dios que se hizo Perdón.
Con y por el Perdón, partió Jesús desde Cristo Rey paseando su desnudez en la fría tarde jaenera para sobrecoger a quienes en las calles comerciales, se sorprendían con el olor a incienso. En el 60 aniversario de su bendición, el Titular de la Hermandad Sacramental del Perdón abrió la puerta del Templo Matriz que lleva su nombre, la del Perdón, para acceder a la Catedral y posarse en el Altar acompañado por Santa Teresa y el Santo Rostro. Solo, como cada Miércoles Santo, otra vez un Miércoles, Jesús del Perdón llegaba atado a una columna que recuperó el capitel de Juan Abascal. A sus pies, un angelito portaba una rosa de Amor y un pañuelo de Esperanza.
En las naves que ideara Vandelvira, el Perdón cedió el testigo al Amor entregado en la Eucaristía para después, volver a caminar solemne acompañado por un nutrido cortejo de todas las hermandades y rezar el Vía Crucis. Las catorce estaciones se sucedieron por la plaza de Santa María, Carrera de Jesús, Almenas y calle Ancha, hasta llegar a la Basílica Menor de San Ildefonso, donde concluía la oración pública y comenzaba la interna, la callada. De regreso a Cristo Rey, el Perdón caminó sin sentir el frío de la noche de invierno porque en su mirada ya se intuía la primavera. La cera candente y el incienso humeante aliviaron un recorrido que no es más que una metáfora de la propia Cuaresma. Silencio, oración y Perdón.
Fotografías: César Carcelén