Discite a Me – Aprended de Mí. La Consigna de una Hermandad. La Hermandad del Lavatorio
“Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. (Mateo 11,29)
Aunque el tiempo parezca que tenga prisa, no lo es tanto, cuando el día a día de la cotidianeidad se ralentiza caprichosamente en los devenires de los nuevos proyectos, sirviendo, sobremanera, para disfrutar y a la vez, desesperar. Más de un lustro, desde que el día 24 de Mayo de 2010, se firmaran nuestros Estatutos por la Superiora General de la Congregación, y con los años que le precedieron y ahora, como si de un espejismo se tratase y sin apenas habernos dado cuenta, nos encontramos, de lleno, inmersos en un Proyecto que, día a día, iba tomando forma a imagen y semejanza de las personas que en sus inicios así lo idearon y los que nos hemos ido incorporando con el paso de esos años, hemos aprendido a respetar los fines fundacionales, dejándonos impregnar del Carisma Congregacional, desde una moderna y apetitosa evangelización, basada en el amor al prójimo, desde la más humilde, auténtica y verdadera actitud de entrega y servicio, sin contraprestación; no habiendo palabras que expresen mejor la base bíblica y teológica, así como la intencionalidad religiosa y pastoral que pretendemos representar y motivar con nuestras Imágenes, identificándonos, poco a poco, como Asociación de Fieles con un Carisma específico y a la vez, intentar transmitir públicamente, desde la belleza de la representación escultórica, en la humildad del servicio, de la caridad y de la misión, según la verdadera imagen de Dios, el Maestro, el Señor, el Siervo.
Discite a Me – Aprended de Mí. Consigna principal de la Hermandad del Lavatorio. Estas palabras de Jesús, que no dejan indiferente a nadie y que están cinceladas en el centro de la medalla, son verdaderamente muy impactantes. Seguramente, a más de uno les produzcan una tremenda carga en su andar tras el Señor, y tal vez para otros, sean un deseo dulce de poderse cumplir, agarrándose a su doctrina de seguridad y de amor.
Ahora, para aprender de Cristo, para ser manso y humilde de corazón, debemos librarnos de los deseos de ser estimado, ser tan amado, ser buscado, ser alabado, ser honrado, ser preferido a otros, ser consultado, ser aprobado, ser halagado; como además, no tener temor de ser rechazado, ser olvidado, ser puesto en ridículo, ser burlado, ser injuriado, que los otros sean más queridos que yo, y tampoco debemos preocuparnos de que los otros puedan crecer en la opinión del mundo y yo disminuir, que los otros sean alabados y yo criticado, que los otros sean preferidos a mí en todo y yo postergado, que los otros puedan ser más santos que yo con tal de que yo sea todo lo santo que Dios quiera.
Frente a una tarea tan difícil, nos queda el compromiso de la permanente Oración y la adecuada Formación, suplicándole a Él, nos guíe y ayude a conseguirlo. Que nos ayude a preservar ese auténtico y verdadero espíritu de Hermandad, de familia; coherente y sincero, recordándonos continuamente que por encima de la mejor insignia que podamos lucir, está el sabernos hermanos de veras y a ciertas de cada uno de los miembros que depositan sus desvelos en el bello Carisma Misionero del Divino Maestro.
José Enrique Solas Hernández