Vera-Cruz

Un sol radiante fue el mejor regalo que pudo tener la Congregación de la Vera-Cruz en el día de ayer, Jueves Santo. Lejos de las incertidumbres de los pasados días por si llovía, ayer lucía el astro rey con toda su intensidad cuando a las 17.30 horas, con quince minutos de retraso, se abrían las puertas de la iglesia de San Ildefonso. De su interior comenzaron a aparecer nazarenos y la Cruz de Guía, mientras los ciudadanos esperaban pacientes en la plaza, esperando para ver un año más a la cofradía más antigua de la Pasión jienense, fundada en 1541 en el ya desaparecido convento de San Francisco. Aún hubo que esperar un poco más para ver aparecer la imagen de Jesús Preso (obra de Ramón Matheu, 1943) adornada con miles de claves rojos por la estrechísima puerta de la parroquia. La pericia de las costaleras que portan este paso es esencial, lo que reviste de más grandiosidad el recorrido de las imágenes. Además, este esfuerzo es aún más meritorio si recordamos que la hermandad ha reclamado durante semanas personas para cargar con los tronos, ya que no tenía suficientes costaleros.

Tan sólo había recorrido unos metros cuando una lluvia de pétalos de flores se dejó caer desde el tejado del templo, levantando el aplauso de los asistentes. Sus pasos fueron guiados durante toda la procesión por la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestro Padre Jesús del Perdón, de Tomelloso (Ciudad Real), además de por miembros de la Guardia Civil, ya que la Benemérita es hermana mayor honorífica de la Congregación y una de sus mayores impulsoras.

Los jienenses seguían esperando en San Ildefonso, esta vez para contemplar la belleza del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz (obra de Domingo Sánchez de Mesa, 1950). Claveles rojos y una hilera de espinas decoraban su trono. Una nueva salida dificultosa, que llegó a encoger el corazón de muchos de los espectadores, sorprendidos por la habilidad de los costaleros, los cuales tuvieron que agacharse para que la imagen no rozara la puerta de la iglesia. Tan sólo habían pasado unos minutos cuando Jesús en la Cruz recibió ya el calor de una saeta, la primera de las muchas que obtendría durante su itinerario.

Tras el trono, decenas de guardias civiles se unían a su dolor, portando un fusil y con paso firme, sentimiento que quedaba reflejado en el tricornio que llevaba la imagen a sus pies. Las notas musicales a este paso las puso la Banda de Academia de Guardias y Suboficiales de la Guardia Civil de Baeza, como cada año. En este complicado camino también se veían a decenas de mujeres vestidas de mantilla, en donde el único color se veía en sus guantes blancos y sus cirios morados.

Por último, llorosa, salió María Santísima de los Dolores (obra de Domingo Sánchez de Mesa, 1948). Justo tras la laboriosa salida del templo, nuevamente cayeron pétalos de rosa sobre su palio, al son de la música del himno de España entonada por la Agrupación Artístico Musical Miguel Ángel Colmenero de Jamilena.

Sin duda, fueron la entrada y la salida de su templo dos de los momentos más emotivos y emocionantes, pero no los únicos. Y es que éste ha sido el primer año que la cofradía ha pasado por la plaza de Santa María, ante la Catedral, lo que ha enriquecido, sin duda, su marcha procesional.

Expiración

La Plaza de San Bartolomé, y la iglesia que la preside, no mostraban un hueco libre a las siete de la tarde de ayer, hora prevista para la salida en procesión de la Real Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Expiración, María Santísima de las Siete Palabras y San Juan Evangelista. El Jueves Santo de la capital se vive intensamente en este rincón de la ciudad, donde cada año son más y más los fieles que se acercan hasta el castizo lugar para vibrar con la belleza de las imágenes y el buen hacer de la hermandad. «El pueblo de Jaén enfermo de emoción al ver salir esta imagen del Cristo de la Expiración», decía la saeta que le cantaron a la imagen, acertada sin lugar a dudas para quien presenciaba el bello instante.

Cuando pasaban sólo unos minutos de la hora acordada, la cruz de guía cruzaba la puerta lateral de la Iglesia de San Bartolomé, y los fieles que allí habían acudido dirigían sus miradas hacia el lugar. La Banda de Cornetas y Tambores Santísimo Cristo de la Expìración iniciaba la interpretación de una de sus marchas, anunciando que la intensidad del momento iba creciendo. Al poco saldría a la calle el hermoso crucificado (atribuido a José de Medina) para protagonizar otra de las más hermosas procesiones de la capital. Eran las siete y veinte cuando los asistentes pidieron silencio ante los dispersos cuchicheos de algunos fieles. El Cristo de la Expiración comenzó a mostrarse a su pueblo, ante la mirada atónita y sentida de los presentes, que no podían evitar un nudo en la garganta, conforme la bella imagen afloraba a la Plaza de San Bartolomé.

La saeta

Tras enderezar la cruz en el paso, comenzó el desfile, con la belleza añadida por la dificultad a la hora de moverse el paso, por las reducidas dimensiones del entorno y la gran afluencia de público. Aplausos y más aplausos se cruzaron ante el buen hacer de los costaleros.

A continuación le tocó el turno al paso de palio, con la hermosa talla de María Santísima de las Siete Palabras. Habían pasado las ocho de la tarde cuando la Santa Madre salió a la calle entre los emocionados “vivas” de los fieles. Acompañada por la Banda Sinfónica “Ciudad de Jaén”, inició su camino para encontrarse con su querida ciudad.