La Hermandad del Rocío de Jaén inició un año más el camino a la aldea almonteña despidiéndose de su ciudad en una tarde de primavera calurosa y cargada de emociones. Tras la Misa de Romeros, el Simpecado ya en su carreta de plata dejó la parroquia de San Juan de la Cruz para buscar el Paseo de la Estación donde le esperaba María Santísima de la Esperanza, que protagonizaba, a su vez, el Rosario Vespertino de la Hermandad del Perdón. Primeros vivas y petalás a María Santísima del Rocío y Esperanza en la todavía temprana tarde de sábado.
Poco después, a las puertas de Cristo Rey era la Hermandad del Silencio la que en representación despedía a los rocieros en su procesión al corazón de Jaén, donde siempre le espera su Patrona. Desde hace unos años, en la Reja de la Capilla, se intercambiaron ofrendas a la Madre de Dios.
Sin embargo, sería en Bernabé Soriano donde el ambiente rociero alcanzó su punto álgido. Sevillanas y rumbas desde los balcones, flores y salves, interrumpidas por el intenso tránsito de autobuses que cada tarde de sábado transportan a los invitados de las distintas bodas que se celebran en el centro de la ciudad.
Las últimas paradas rocieras tuvieron lugar en la Carrera de Jesús. Tras pasar por delante de la Catedral, era ahora María Santísima de la Estrella, también en Rosario Vespertino, la que esperaba cruzarse con el Simpecado del Rocío. Se repite la escena de años anteriores pero pervive la emoción. Un hasta pronto de cofradías hermanadas. Y como es tradición, el Santuario Camarín de Jesús fue el final de una primera etapa de camino que solo tiene una meta, la Madrugada del Lunes de Pentecostés y la Blanca Paloma.
Fotografías: Manuel J. Quesada Titos