Jaén ruega a Jesús de los Descalzos que llueva

Nada más y nada menos que 74 años habían pasado de la última procesión de rogativas con nuestro Padre Jesús Nazareno. Fue un 8 de marzo de 1949. Pocos de los presentes la recordaban, más allá de las fotografías en blanco y negro y los recorte de la prensa de entonces. Por eso, lo vivido este primero de mayo de 2023 sí se puede catalogar de histórico. Un calificativo tan grandilocuente como veraz.

Miles de personas llegadas desde todos los puntos de la provincia y de fuera de los límites jaeneros quisieron participar en la procesión de rogativas y posterior Eucaristía para pedir la lluvia. Desde primera hora de la tarde, el bullicio se apoderó de las calles del centro de la ciudad para buscar y encontrarse con Jesús de los Descalzos, el Abuelo al que en tantas ocasiones a lo largo de los siglos se ha encomendado un pueblo aquejado por las epidemias, las catástrofes o la sequía.

Cuenta el acta notarial del Descenso de la Virgen a la ciudad de Jaén, que en ese cortejo celestial que recorrió el arrabal de San Ildefonso en la gloriosa noche del 10 al 11 de junio de 1430, la Señora iba precedida por lo que parecían las cruces parroquiales de la ciudad. Esa imagen, se repitió en la tarde de ayer cuando las cruces parroquiales de la ciudad de Jaén y de muchas parroquias de la provincia abrían el cortejo procesional que desde el Camarín de Jesús condujo a Jesús Nazareno por las calles del casco histórico para encontrarse con miles de fieles unidos en piadosa oración.

Jesús de los Descalzos salía de su casa y lo hacía siendo llevado a hombros por mujeres, las promitentes de la Verónica. A las puertas del Camarín, las voces blancas de la Escolanía de la Catedral entonaban cantos para recibir al Señor. El Obispo, Don Sebastián Chico Martínez, comenzó su oración explicando el sentido de la procesión de rogativa. La escasez de lluvia y la alarmante sequía, que afecta de manera particular a esta tierra, cuya gran riqueza está en el cultivo del olivar. Después de incensar la imagen de Nuestro Padre Jesús, comenzó la procesión, que tuvo cinco paradas de oración en las que un grupo de fieles fueron leyendo la Palabra de Dios e hicieron una plegaria, que concluía el Obispo de Jaén.

Las Hermanas Carmelitas aguardaban a “el Abuelo” a las puertas de su convento. Religiosas de vida contemplativa, que de manera extraordinaria salían de su retiro para rezar ante la imagen de Jesús y pedir, ellas también, la lluvia. Después tuvo lugar la primera parada con los mayores en la residencia de los Condes de Corbull. Más tarde, junto a la puerta de las Hermanas Eucarísticas de Nazaret, a la que siguió una tercera a las puertas de la Basílica de San Ildefonso. En la Plaza de San Francisco y otra final a la puerta del primer Templo diocesano completaron los altares levantados para acoger estas paradas.

En el recorrido, respeto, fervor y oración, salpicados por los “Viva el Abuelo” y “Viva Nuestro Padre Jesús”.

Eucaristía

Con media hora de retraso daba comienzo la celebración eucarística. La Catedral, abarrotada, aguardaba una estampa singular, ver entrar, en la que fue su casa por décadas, al Señor de Jaén. El órgano entonaba el himno del Maestro Cebrián. Una vez colocado en el altar, dio comienzo la Santa Misa.

Monseñor Chico Martínez comenzó su predicación explicando el porqué de la rogativa. “Desde hace más de un año, incluso podríamos decir que, desde los últimos años, estamos viviendo una grave sequía en nuestra tierra, en nuestra Comunidad andaluza y, también, en la mayoría de las regiones españolas. Realidad que está afectando gravemente a nuestra agricultura, a los 66 millones de olivos que constituyen el motor principal de nuestra economía, de donde se sostiene, principalmente, nuestra sociedad, nuestras familias; que está afectando a nuestra ganadería, a la industria, a los servicios y al consumo humano. La falta de lluvia nos afecta a todos y a todo. Pensemos en nuestros pantanos, acuíferos y fuentes, en nuestras sierras, en nuestros cuatro parques naturales, en todo nuestro ecosistema que es tan rico en toda nuestra provincia”.

A continuación, quiso reflexionar sobre el poder de la oración y de la fe de los que creen: “Jesús en el Evangelio nos dice: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abra” (Mt 7,7). Con esta oración humilde y confianza, nos ponemos ante Dios, en este día, toda nuestra Iglesia de Jaén, como un único pueblo, con un solo corazón, unidos en una misma petición: ¡Señor, necesitamos la lluvia que riegue nuestros campos! La oración es la actitud propia del cristiano ante Dios, es fundamental en la vida del cristiano. Quien no ora va viendo cómo Dios va muriendo progresivamente en su corazón hasta llegar un día en que Dios ya no es nada en él. Pero la oración es una gran fuerza espiritual que desencadena una enorme fuerza, energía, que nos hace lograr lo que por otros medios es imposible, y que solemos llamar milagros. Seamos insistentes, constantes, en nuestra oración”.

De igual modo, quiso aprovechar la fiesta de San José obrero, la fiesta del trabajo, para reivindicar un trabajo digno para todos. “No quiero terminar mis palabras sin tener presente la realidad que en día estamos celebrando, coincidiendo con San José Obrero, el día internacional de todos los trabajadores, recordando una cita de la encíclica de San Juan Pablo Evangelium Vitae (n 79): “El compromiso al servicio de la vida obliga a todos y cada uno. Es una responsabilidad eclesial, que exige la acción concertada y generosa de todos los miembros y de todas las estructuras de la comunidad cristiana”. Pidamos para que no falte el trabajo digno en nuestra tierra y para que se creen estructuras que posibiliten el ámbito laboral adecuado para todas nuestras gentes y las generaciones venideras”.

El Prelado del Santo Reino concluyó sus palabras animando a confiar en los milagros, en los grandes y en los pequeños de cada día. “Confiemos en que nuestra oración sincera, confiada y perseverante puede alcanzar la tan deseada agua para nuestra tierra”. El silencio propio de la celebración se rompió con un ovacionado aplauso al concluir sus palabras.

Al finalizar la Santa Misa, Don Sebastián bendijo con el Santo Rostro a Jaén y a sus campos desde los cuatro puntos cardinales, en los balcones de la Catedral bajo la atenta mirada de miles de jiennenses. Después salía, con dirección al Santuario Camarín la imagen de Jesús, acompañado hasta llegar a su casa por miles de jiennenses que rogaban a Dios por la tan preciada y necesaria lluvia.

Fotografías: Obispado de Jaén

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