Felipe Utrera

Jaén en estado puro

En el tránsito por nuestra vida terrena vamos descubriendo que todo tiene un principio y un final, ahora finaliza el verano, pronto el periodo invernal y así se van sucediendo los meses como un ciclo al que estamos sometidos y nunca podremos controlar, aunque sabemos que nos acompañará toda la vida. Lo único que no es cíclico ni tiene fin es la obra de Dios y por lo tanto nuestras hermandades al pertenecer a esa gran obra maestra deben perpetuarse por los siglos de los siglos, aunque desgraciadamente la historia nos enseña que por el camino del tiempo ni las grandes devociones (casi todas) han sobrevivido. Parecemos poco preocupados cuando descienden considerablemente los hermanos y las filas de devotos, como si la destrucción o la desaparición fuesen palabras ajenas a nuestra realidad, pero las décadas pasadas nos avisan de que sí es posible alcanzar el máximo nivel de decadencia.

Normalmente no sobrevivimos por descuido, falta de prudencia, contiendas o rendición, así pues se demuestra que el mismo hombre que es capaz de fundar una institución de Dios, es también capaz de cargarse esta misma comunidad. Al igual pasa con las palabras, que el mismo hombre que se encarga de organizar una lengua para el común entendimiento de todos, años más tarde acepta aberraciones, vulgarismos y demás absurdeces en su
diccionario, inconsciente de que lo que nunca podrá borrar son las ascuas donde nacieron las verdaderas palabras, su origen etimológico, la raíz por la que reciben su significado. El origen etimológico de la palabra cofradía viene del latín, su prefijo co- (unión) y la raíz frater que viene a significar hermano; en cuanto a la palabra hermandad viene de la palabra latina
germanitas (fraterno) pudiendo comprobar que ambas palabras pueden significar lo mismo, la unión de hermanos.

En algunos lugares de la geografía andaluza, hacen una diferenciación de la terminología o el significado en el argot popular cofrade de dos palabras, hermandad y cofradía. El término hermandad, lo usan para referirse a la institución que aúna a todos los hermanos durante el año en torno a sus imágenes. Sin embargo, el término cofradía, lo usan para hacer referencia exclusiva a la hermandad en la calle. Es paradójico y casi imperceptible, que esta división entre dos palabras que aparentemente significan lo mismo, en Jaén también exista. Como ejemplo está el nombre oficial de la corporación que representa y aúna a todas las hermandades, “Agrupación de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Jaén”. Sorprende cuanto menos, que se mencionen estos dos términos y no se haga una mención especial sobre la disparidad entre los términos hermandades y congregaciones, que tienen mayores distancias en composición y forma de gobierno, y son una realidad más que asentada en nuestra querida ciudad. Pero esta utilización del lenguaje no desagrada en tanto y en cuanto viene a hacer una lectura precisa y delatadora de la realidad que experimentan nuestras hermandades.

Si nos acogemos a la diferenciación de significados anteriormente expuestos, se podrían nombrar algunas de nuestras comunidades como cofradías, ya que sólo trabajan para el día de salida y descuidan los demás, a sus hermanos y otros quehaceres. Una realidad que existe, que es palpable y entristecedora, ya que las hermandades se hacen fuertes cuando las relaciones entre los hermanos se fortalecen. Por eso es tan necesaria una vida activa y en comunidad, en torno a unos cultos, ofreciendo actividades, que hagan estrechar lazos y entender la comunidad no sólo como una cofradía, sino también como una comunidad fraterna (hermandad). A estas dificultades a la hora de comprender que los fines principales de una hermandad no se limitan al día en el que sale en procesión, se le une que una vez que nos ponemos en la calle, no gozamos de la seriedad suficiente. Citando esta poca seriedad al no cumplir horarios, a las malas elecciones de recorrido, al mantenimiento de prácticas viejas (que no antiguas) y obsoletas, al complejo de inferioridad con respecto a
otras capitales que nos lleva a intentar plagiar aquello que vemos por la tele, y un largo etcétera de cosas que empequeñecen nuestra personalidad.

Todas estas tendencias erróneas, son mantenidas y preservadas por nosotros mismos que nos afanamos en definir estas decisiones (porque todas estas situaciones no son más que un cúmulo de malas decisiones) como algo personal o propio de Jaén. Algo que asusta a quienes pretenden poner a Jaén en lo más alto, en el punto de mira, que deprime a los que tratan de exportar unas hermandades y cofradías muy desconocidas para el resto de Andalucía.

Sólo cabe esperar, que a través del conocimiento de nuestra historia, la recuperación de lo verdaderamente propio de nuestra ciudad de siglos pasados y el sabio discernimiento entre lo que es bueno y lo que es malo para nosotros, nos haga crecer o incluso resurgir. Que la verdadera tradición sea el soporte o tutor, que como cualquier jardinero coloca a sus plantas para que crezcan erguidas y vean el sol. Y así podamos decir sin complejos, sin incoherencias de ningún tipo y desprovistos de toda ignorancia, que esto es Jaén “en estado puro”.

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