Solo hay que acudir a Cristo Rey para encontrar en Jaén el rostro de la Esperanza. Su semblante siempre es afable, cercano. Ni más ni menos que el de una madre que se alegra siempre con la visita del hijo que acude a Ella a contarle problemas, dificultades de una vida siempre compleja. Pero también para hacerle partícipe de nuestras alegrías por el nuevo contrato tras la desesperación del paro, la amistad recuperada tras años de distancia o la buena nueva de un vida que viene en camino. Todo esto y mucho más recibió María Santísima de la Esperanza a lo largo de un día de Besamanos que se antoja corto ante tanta visita que requiere conversación pausada con la que pone rostro a aquello que, en ocasiones, es lo único que nos mantiene firmes.
Fotografías: José M. Anguita