Comienza la cuenta atrás. 40 días y 40 noches para que amanezca un nuevo Domingo de Ramos, el del estreno. Pero hasta entonces, hay mucho, muchísimo trabajo por hacer y las hermandades se afanan en ello.
Algo desentrenadas por culpa de este periodo de barbecho, toca recuperar los hábitos de las fabricanías, de las priostías, de los repartos de túnicas y organización de una procesión que, este año sí, será por fuera, en las calles, con la gente.
Es precisamente en los quehaceres de la cuaresma, en la parroquia y en casas de hermandad, cuando mejor se entiende el sentido de una cofradía. Todos echando una mano, hasta bien entrada la noche, quitando horas al sueño y a la familia. Labor callada que no busca recompensas, quizá porque el mayor premio es compartir con amigos, con hermanos, charlas cofrades, problemas y alegrías de una vida que cuentas por primaveras.
La ceniza que hoy cubre tu frente fue palma verde hace un año, cuando resignado tocaba alargar la espera. Sin embargo, hoy todo es distinto. Al final de este largo túnel de pandemia ya ves la Luz y será la de su Domingo.