El pasado día 6 los católicos celebramos la festividad de la Epifanía del Señor y el día en que, según el Evangelio de San Mateo, unos Magos (Melchor, Gaspar y Baltasar) siguieron a una brillante estrella para adorar y llevar regalos al Niño Jesús, en concreto, oro, incienso y mirra. Este es el motivo por el que, en ese día, es tradicional hacer regalos a los niños conmemorando los presentes que los Magos llevaron al Niño Dios.
Pero, el día anterior, también es tradicional que se organicen unas cabalgatas por las calles de la ciudad con el objeto de que los niños disfruten del colorido que suele acompañarlas y ver a quienes representan a los Magos, antes de ir a la cama, con la certeza de, al despertarse, encontrar los regalos que estos “habrán dejado” en sus casas. Antes de esa cabalgata escucharan, pacientemente, las peticiones de cientos de niños en el ayuntamiento. Pero, antes aún, esas personas que representan a los Magos, habrán tenido la oportunidad de adorar (¿seguro?) al Niño Jesús, nada más y nada menos, que dentro de nuestra Santa Iglesia Catedral. Si me hago esa pregunta es porque, y no soy yo el más idóneo para juzgarlo, desconozco si esas personas son católicas o no.
Desde el año 2004 existe en nuestra Diócesis una normativa para elegir a los pregoneros de las cofradías en la que, además, se hace hincapié en el contenido del pregón. Por supuesto se prohíbe, expresamente, el que se celebren en el templo o Iglesia abierta al público. Y desde 2008, también existe una normativa sobre la idoneidad formativa de los candidatos a Hermanos Mayores de las cofradías, donde se marcan unos mínimos para acceder a ese puesto.
Parece que, en las cofradías, que son una asociación pública de la Iglesia, establecidas conforme a los cánones del Código de Derecho Canónico, se debería confiar más que en el ayuntamiento, sea del color político que sea, que designa a las personas que han de representar a los Magos, por sorteo o a dedo, dependiendo quien esté dispuesto a dar más kilos de caramelos. A mí, personalmente, me parece mal esa visita a la Catedral, y respeto a todos los que opinen lo contrario.
Pero si me parece mal lo anterior, el ver una fotografía con la puerta del Perdón medio abierta y, detrás de ella, a nuestro Deán, revestido, esperando a estos personajes, eso me parece de otra galaxia. Evidentemente siempre sale el tema, tan manido ya, de la vieja pretensión de nuestras cofradías de entrar en la Santa Iglesia Catedral a adorar, ahora si digo a ADORAR, con mayúsculas, al Verdadero Dios.
Así sucede en todas, o casi todas, las provincias de nuestra Andalucía. ¿Alguna vez tendrá lugar este acontecimiento tan demandado por el pueblo cofrade de Jaén? Por cierto, si algún día tenemos magas, ¿también entraran en la Catedral?, lo que me faltaba.
Juan J. Romero-Ávila García