La parroquia de San Juan de la Cruz acogió, este sábado, la Misa de Romeros que cada año organiza la Hermandad del Rocío antes de iniciar su camino hacia la aldea de Almonte. Este año no habrá camino, ni celebración de la romería, pero la pandemia provocada por el coronavirus no ha mermado un ápice el fervor de los rocieros por su Blanca Paloma.
La celebración, presidida por el Obispo de Jaén, Don Amadeo Rodríguez Magro, estuvo concelebrada por el párroco de San Juan de la Cruz, D. Francisco de la Torre y por el Vicario General, D. Francisco Juan Martínez Rojas. Después de la lectura de la monición de entrada, el párroco y consiliario de la Hermandad impuso la medalla de la Cofradía al Obispo diocesano. Las lecturas de la celebración eucarística estuvieron participadas por miembros de la Hermandad y el Evangelio de la solemnidad de la Ascensión lo proclamó el párroco y consiliario, D. Francisco de la Torre.
El Obispo comenzó su predicación recordando que la liturgia de esa jornada era la del gran día de la Ascensión “con un gran significado porque todo sucede por nosotros y para nosotros, porque todo lo que sucede en la vida de Cristo porque Dios ha pensado y ha amado al hombre”.
“Y el hombre le responde a Dios como puede, explicó Don Amadeo, haciendo referencia a las dudas de algunos de los apóstoles, por lo que afirmó, “dudar no es pecado, dudar pertenece a la condición humana, significa que deseamos a Dios, que le buscamos”. En este sentido, el Prelado jiennense aseveró que en este tiempo de tanto dolor por la pandemia, el hombre se hace la gran pregunta, “dónde estaba Dios en nuestra adversidad”.
El Obispo de Jaén continuó explicando que “El día de la Ascensión es un día para despertar la nostalgia de Dios. Hemos escuchado que Jesús nos dice, ‘Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’. Jesús asciende al cielo, pero sigue con nosotros, porque esa vida que recupera Jesucristo hace que la presencia de Dios, por el envío del Espíritu Santo, la vida divina se instala en nosotros, para incluso divinizarnos, como dicen nuestros hermanos orientales, expresó Monseñor Rodríguez Magro. “Hay una nueva presencia de Cristo Jesús en nosotros a partir de la Ascensión, ya no es la presencia del cuerpo, sino que ahora Jesús vive en nosotros. Ahora debemos ser testigos de Jesús porque con su presencia hay una transformación de nuestras vidas”.
Para concluir, Don Amadeo recordó que “en la Iglesia tenemos una presencia entrañable con una Madre que siempre refleja la acción perfecta de Dios. Ella ha participado en total plenitud de la acción de Cristo: Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo. Y a esa Madre querida nosotros la llamamos, la Blanca Paloma, una sola es mi paloma y sin defecto. Ella es reflejo del Espíritu Santo”.
La celebración eucarística concluyó con una hermosa Salve cantada a la Virgen del Rocío que despertó la emoción de los rocieros congregados. Al finalizar la Santa Misa, los miembros de la Hermandad quisieron agradecerle su presencia al Prelado con la entrega de una reproducción del cartel de este año y con una medalla y un pin de plata de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Jaén.