En apenas unas horas, el Domingo de la Luz volverá a despertar recuerdos y generar ilusiones entre quienes llevan contando hacia atrás desde aquella tarde en la que la túnica quedó guardada en el armario junto a la nostalgia de otra primavera vivida. Se repite la historia de un rito de siglos que también en Jaén se impregna de esa fe popular legada por generaciones, aunque marcada por un sesgo que la condiciona, sus complejos.
No puede sacar pecho esta ciudad de ser guarda y defensora de lo suyo, de sus costumbres y tradiciones, de su propio casco antiguo, ni tan siquiera de aquello que la ha representado fuera de sus fronteras, deportiva, social, o políticamente. Y como otro miembro más de un organismo tan vivo como es la sociedad que conforma nuestra tierra, su Semana Santa adolece del mismo defecto. En los tiempos de Internet y el imperio de la comunicación digital, miramos fuera para buscar algo que tenemos dentro, con sus peculiaridades y matices que la hacen única y singular, a la vez que poco apreciada
Precisamente, ante la crítica de copias y modelos de otros lares, que si echamos la vista atrás, en décadas pasadas tuvieron como referencia otras Semanas Santas, la cantidad y calidad de nuestras cofradías y hermandades ponen de manifiesto que la etapa que nos ha tocado contar no es ni muchos menos mala. Me niego a suscribir discursos de que se ha perdido un estilo propio que nunca existió como tal, y más aún, a añorar tiempos pasados en los que los cortejos procesionales contaban con participación ínfima de hermanos y escasa acogida en buena parte de las calles de sus itinerarios.
Tal es así, que en esta Semana Santa de 2017 se producirá el hecho histórico de que dos hermandades realicen por vez primera procesión penitencial. Caridad y Salud, el Lunes Santo, y Divino Maestro, el Martes Santo, vienen a sumar cada cual con su idiosincrasia, para enriquecer una primera parte de la Semana Santa que poco tiene que ver con la de finales del pasado siglo.
Nuestra Semana Santa presume de un patrimonio artístico de primer nivel, con imágenes del siglo XVI y XVII que son referentes de la imaginería andaluza, y otras más actuales que llevan la firma de los grandes escultores de la etapa contemporánea. Pero más allá de la autoría de la obra de arte que se pasea por nuestras calles y plazas, existe un patrimonio devocional incalculable.
Si dejamos a un lado la imaginería y nos centramos en la presencia de las hermandades en las calles, que por cierto sería también interesante conocer lo mucho y valioso que hacen las cofradías el resto del año de puertas para adentro y cuando el incienso se esfuma, la elegancia, el respeto y la manifestación pública de la fe ha dado pasos de gigantes. Algunos dirán que copiando modos y modas, pero solo hay que hacer un ejercicio de memoria. Otra vez los complejos.
Y otro apunte que demuestra lo mucho y bueno de la Semana Santa de Jaén lo representan nuestras formaciones musicales. A diferencia incluso de otras localidades de nuestra provincia, Jaén no presenta una alta cantidad de bandas, pero las que están se codean con lo mejorcito de la región. Prueba de ello es que este año pasearán el nombre de nuestra ciudad en Semanas Santas tan importantes como las de Málaga, Córdoba, Almería o Jerez de la Frontera.
Valga esta reflexión sobre nuestra Semana de Pasión, la fiesta que mayor impacto económico supone para la ciudad, la que nos sitúa en el escaparate turístico andaluz y nacional, y la que es capaz de emocionar a propios y extraños, para quitarnos los complejos que siguen encorsetando una tradición que también necesita adaptarse a los tiempos, siempre sin perder su esencia. Por ello, la triste y absurda polémica de una carrera oficial que busca, principalmente, la seguridad para todos, ha vuelto a colocar al mundo cofrade jaenero como parapeto y diana de críticas y comentarios, dejando nuestra Semana Santa a los pies de los caballos. Y todo porque seguimos acomplejados incapaces de mirar el horizonte más allá del metro y medio que alcanzan nuestros ojos.
Juan Luis Plaza