La celebración en honor de la Virgen Blanca alcanzó su momento álgido con la salida en procesión de la imagen. Tras un año de preparativos y de trabajos, los devotos se reunieron para disfrutar de una jornada de convivencia en el cerro de La Imora.
La Virgen Blanca volvió a brillar por las calles del residencial La Imora. La tradicional romería que se celebra en su honor cada mediados del mes de septiembre, congregó a decenas de fieles en las inmediaciones de la ermita. Antes, sin embargo, se concentraron en su interior para tomar parte en la misa que precedió a la salida en procesión.
A pesar del intenso calor que acompañó el desfile, los devotos de la Virgen Blanca desafiaron al sol con abanicos y gafas oscuras y escoltaron a la imagen en su cerca de hora y media de recorrido. “Nos ha sorprendido un poco que hiciera tanto calor, pero no nos importa porque estamos aquí con mucho gusto”, reconocía la hermana mayor de la cofradía, Dolores Oya. Y es que, en apenas noventa minutos, cuajó el intenso trabajo de preparativos que abarca todo el año con la intención de que todo esté listo el tercer domingo de septiembre.
La talla, más pequeña y ligera que la que se permanece todo el año en la ermita, lució sobre su trono, de madera y plata, con adornos florales en tonos blancos, a hombros de los miembros del colectivo, que como suele ser habitual, se turnaron para poder portarla durante un tramo de su desfile. No obstante, entre los fieles, la Virgen Blanca es muy venerada por la esperanza y la tranquilidad que inspira y, por ello, entre quienes la acompañaron predominó el recogimiento, pero también la alegría propia del ambiente familiar que rodea esta celebración. De hecho, familias al completo, nietos con sus abuelos o vecinos de toda la vida completaban la nutrida comitiva que encabezaban los hermanos mayores y miembros de la cofradía.
Ya de regreso a su ermita, la Virgen Blanca se despidió de sus devotos hasta el próximo año y, a continuación, comenzó la celebración de la romería en los alrededores del cerro de La Imora. “Para nosotros es un día muy especial, ya que somos una cofradía tan pequeña que nos encontramos como en familia cuando nos reunimos”, señala Oya. Aperitivos, brindis en honor de la venerada imagen y una gran paella conformaron la celebración en la que se vuelcan todos los vecinos de la zona.