Este pasado mes de septiembre ha evidenciado el regreso. Después de un año y medio, hemos vuelto a ver en nuestras calles a distintas Imágenes de María Santísima, Caridad y Consolación, Victoria, Divina Pastora o Siete Palabras, presidiendo el rezo público del Santo Rosario en la mayoría de los casos. Y aunque para algunos haya sido una sorpresa, todo ha acontecido con normalidad, sin aglomeraciones ni multitudes que aumentaran un riesgo de contagio con el que tenemos que aprender a convivir.
Sin embargo, en esta vuelta a las calles ha imperado el silencio. La música cofrade sigue encerrada en los discos y aplicaciones móviles, aunque en los locales de ensayo ya se trabaja intensamente en el montaje de marchas y repertorios.
Hasta ahora, las bandas solo podían tocar en conciertos donde se garantizara la distancia entre los componentes y la distancia con respecto al público. Pero hoy mismo hemos conocido que el Obispado deroga el punto del decreto donde se indicaba que se evitaría la participación de las bandas en las procesiones.
Si algo distingue y caracteriza a la música cofrade es su aspecto procesional e itinerante. Está concebida para acompañar el discurrir de una Imagen Sagrada, para ser interpretada en la calle y caminando.
Pronto veremos y escucharemos a los músicos cofrades rezando con instrumentos de viento y percusión, como ya ocurre en otros lugares de nuestra Andalucía. Mientras tanto, me consta que se trabaja con la misma ilusión de siempre para que el regreso sea inolvidable.