La historia de la futura Hermandad de la Redención está todavía por escribir. Sin embargo, en sus primeras páginas, entre jornadas de trabajo e ilusión de un grupo parroquial donde la juventud es su distintivo, ya se encuentra un acontecimiento de fecha para efemérides y recuerdo imborrable. El 25 de octubre de 2014, María Santísima Reina de los Cielos dejaba su estancia en la localidad de Torredelcampo para posarse en la parroquia de San Miguel.
La expectación era grande y ni el clásico ni una tarde más primaveral que otoñal, impidieron que sus fieles acudieran a conocerla. Y allí estaba Ella, como Reina de los Cielos y de Jaén. No le faltaba nada, pero sobre todo, lo que rebosaba era cariño. Especialmente, el de los suyos, los redencionistas. El dosel de la Amargura, el manto de la Virgen del Rocío de Sevilla, hermanos en la Redención, y la luz de una capilla escolar que entre clases de matemáticas y lengua, ahora tiene a la Madre Superiora para contarle las alegrías y penas de cada día.
D. Antonio Garrido, párroco de San Miguel y capellán de la pro-hermandad, fue el encargado de bendecir la talla salida de las manos del escultor jiennense Antonio Jesús Parras Ruiz y vestida con elegancia y por Álvaro Abril. Hay quien encuentra en su rostro rasgos de Gloria encubiertos por un llanto comedido, en una tez pálida de joven bella. Pero seguro que cada cofrade aprecia aspectos únicos y semejantes a otras Dolorosas.
Las Cofradías de la Amargura y de la Capilla, junto a las Hermanitas de los Pobres, ejercieron de padrinos y madrinas de un acto que más allá de cualquier crónica que lo cuente, quedará grabado de forma distinta y especial en cada uno de los privilegiados que acudieron al primer día del reinado de María en la ciudad de Jaén. Porque desde el 25 de octubre y por siempre, la Reina del Cielo también lo es de esta ciudad que se hace cada día más mariana.
Fotografías: Manuel Quesada Titos