Con tonos ocres en el monte y el gris de las tardes que menguan, noviembre nos sumerge en el otoño del recuerdo hacia aquellos que nos legaron lo que hoy somos. Tiempo para recuperar la memoria y el reposo de una vida ajetreada que se escapa a la par de las hojas de un calendario que, caducas, dejan desnudos los sentimientos.
Es en este ambiente de nostalgia, similar al que percibes cuando un paso de palio se pierde a lo lejos entre las sombras, en el que nos encontramos un tiempo nuevo, que renace del dolor y de la pérdida. Así, como si la primavera se hubiera revestido con gabardina, nos despierta la ilusión ver que lo cofrade resurge con la fuerza que siempre tuvo.
De repente, las marchas que habían quedado recluidas en la intimidad, suenan en rincones de la ciudad que echan de menos la bulla y el aroma de incienso y azahar.
Y hasta que las hermandades se planten en las calles, como Dios manda, parte de su rico patrimonio protagoniza exposiciones cuya visita despertará curiosidades y sueños. Hay mucho que mostrar para que sea visto sin prisas, sin distracciones. Porque cada pieza del arte sacro es un pedacito de catequesis.
Así, con este ambiente de renacer cofrade en otoño, la Iglesia de Jaén abre sus brazos al obispo electo Sebastián Chico Martínez. Un obispo joven conocedor de la idiosincrasia del movimiento cofrade de su pueblo, Cehegín. Por algo se empieza.