Mateo 17

Por Antonio Martínez Nieto.

“Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: “Señor, qué bien estamos aquí. Si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Igual que Pedro quería prolongar maravillado la experiencia en el Monte Tabor, los cofrades de Jaén y su provincia no queremos dejar que se esfume lo vivido el pasado sábado en el Magnum Rosarium Spei  —La Magna, sin ambages—.

El anuncio de Monseñor Chico en el pregón de la Semana Santa de este magno acontecimiento trajo consigo ciertas reticencias capitalinas que miraban con recelo que imágenes de la provincia acudieran a la capital para desfilar en una procesión con un fin no muy definido.

La lista de imágenes elegidas iba creciendo de forma directamente proporcional al descontento cada vez más palpable en los círculos cofrades más cafeteros. Nos habían robado la oportunidad de un acto cofrade de lo más recalcitrante. Con lo que nos gusta.

Sin embargo, los caminos del Señor son misteriosos, y sus pastores no fallan. Con un olfato evangelizador envidiable, el gobierno diocesano con D. Sebastián al frente consiguió que la religiosidad popular se desplegara en un alarde de buen gusto y sentido de la medida. Dios quiera que su ministerio en Jaén dure muchos años, aunque viendo sus dotes innatos para establecer un enlace entre lo teológico y lo popular, raro será que no se le tenga preparado un destino de más alto rango.

Desde la sobriedad regia de las patronas de Alcalá y Bailén, hasta el buen hacer costalero de la Oración en el Huerto o Jesús Resucitado, pasando por la fe más sana y sencilla de Tíscar, San José o San Juan. La devoción de las estampas y cuadros de las casas de nuestras abuelas al Sagrado Corazón o a la Virgen del Alcázar, o el paso sereno de “El Abuelo”, que volvió a manifestar que en Jaén somos cofrades de la de nuestro barrio, y en el fondo, todos somos de Jesús. El bullicio de los arjoneros con sus patronos y protectores —cuyo himno seguirá resonando en la calle Maestra—, o el amor incondicional de los villanovenses por su Virgen de la Fuensanta. Y qué decir de la Virgen de la Capilla. No puedo ser objetivo: el broche de oro.

Capítulo aparte merece la llegada del Cristo del Consuelo a la Plaza de Santa María con el Réquiem de Mozart magistralmente interpretado por la coral MusicAlma —tomen nota los vocales de cultos—. Quién nos lo hubiera dicho cuando vimos anunciado que venía un cuadro…

En definitiva, un evento que sacó a relucir lo que mejor sabemos hacer aquí: acoger al diferente y que, a pesar de que “a Jaén se entra llorando”, seguro que muchos se fueron con el corazón lleno de la fe de los pueblos que rinden tributo al Señor y a María Santísima.

Pero claro, había que dar la nota. Mientras los visitantes preguntaban extrañados por el uso del primer templo diocesano como telón de fondo y poco más, los que aquí vivimos no podíamos responder más que “ea”. Hicimos un pastel perfecto, pero la guinda estaba amarga. Quizá porque en Jaén, hasta cuando lo hacemos bien, seguimos pidiendo perdón por ello. Qué le vamos a hacer.

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