Llegó al corazón de un barrio que late al ritmo de Rosario, el mismo que el Domingo de la Luz nunca se oscurece. En su seno se fraguó una Eucaristía de Caridad y en el mismo manantial del que emana el agua que dio de beber a huertas y hortelanos, esperan que baje del cielo la Reina de los Ángeles. Por eso, en este semillero cofrade que es la Alcantarilla, en la histórica parroquia de San Eufrasio de la que, curiosamente, nunca podrá salir una hermandad, María se encarnó en dolor, en el llanto por ver a un Hijo sentenciado. Sin apenas hacer ruido, en el mes de las flores y de la Madre, María Santísima de la Encarnación se plantó en Jaén, para que en Ella se encarne una cofradía, todavía grupo parroquial de juventud e ilusión. Todo a su debido tiempo, aunque a sus plantas, ese tiempo se pasa rápido.
El grupo parroquial de la Sentencia vivió el pasado viernes uno de esos días históricos que con el paso de los años quedará plasmado en libros y publicaciones cofrades. San Eufrasio rememoró aquellos años 80 del resurgir de la Estrella, o las Cuaresmas de finales de los 90 en los que la Santa Cena daba sus primeros pasos hacia lo que es hoy. En la bancada no cabía un alma y en el Altar, Ella. Obra de la joven gaditana Ana Rey, María Santísima de la Encarnación fue bendecida en una Misa solemne amenizada por cantos de coral.
Los padrinos de bendición, Estudiantes y Santa Cena, regalaron a María una cruz pectoral y un encaje, respectivamente. Primeros elementos de un ajuar por hacer, para una Imagen de la Madre de Dios distinta a las que hoy ponen rostro a María Santísima en la capital del Santo Reino. Tez arcillosa, tres lágrimas derramadas y una a punto de brotar en los ojos de la Encarnación. En esos mismos ojos, se quedaron prendidos los de unos jóvenes que sueñan con ser hermandad. Para ellos ha sido un regalo la donación de su Virgen. Para Jaén, también.
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Fotografías: Manuel J. Quesada Titos