A hombros de mujeres, y ante la mirada atenta y devota de cientos de vecinos, la imagen de la Virgen del Rosario recorrió, el pasado jueves, las engalanadas calles de Mancha Real. Precedida de los hermanos de la cofradía y del embriagador aroma de las rosas, la patrona de la ciudad arrancó vivas y piropos a su pueblo.
“En el día de tu santo, todos juntos te adoramos, pues eres la Madre de Dios y también del mundo entero”. Por encima del sonido de las campanas de San Juan Evangelista, la voz limpia y poderosa de Juan Casas Casas, entonando un “híbrido entre la saeta y la colombiana”, compuesto expresamente para la ocasión, acalló a la multitud de mancharrealeños que aguardaba a la Virgen del Rosario y llenó de respeto y devoción la Plaza de la Constitución.
Delante del pórtico de esta fascinante iglesia centenaria, y flanqueada por palmeras y naranjos, la patrona de Mancha Real relucía bajo un cálido sol de otoño. Alrededor de sesenta costaleras la portaban sobre sus hombros y Casas Casas les aconsejó cantando: “Llevadla con devoción”. Luego, el capataz gritó: “¡Al cielo con ella!” y las costaleras, solícitas y conocedoras de la misión que se les había encomendado, la alzaron prestas ante la mirada de fervor de los vecinos. En ese momento, una nutrida comitiva formada por cofrades, autoridades municipales y religiosas y decenas de fieles, enfiló hacia la calle San Marcos al ritmo acompasado que marcaba la Agrupación Musical de Mancha Real.
La imagen de la Virgen del Rosario se abrió paso por calles engalanadas de banderas rojigualdas en los balcones y mantones de manila, blancos y negros, que se dejaban mecer por el suave vaivén que traía el viento de la mañana. Mujeres ataviadas con el típico traje de gitana y la sutil fragancia de las rosas blancas y rosas que cubrían el trono, precedían a la imagen y llenaban de color cada rincón. “La Virgen va preciosa, ¿verdad?”, le dijo una mujer a su hijo. Más que una pregunta, era una aseveración. La necesidad de compartir una evidencia. La Virgen del Rosario brillaba en su día grande y el hijo la observó con una mirada complacida y satisfecha.
Antes de tomar la calle 28 de Febrero, a alguien se le escapó un “viva” perezoso y asustadizo. Prácticamente el único de un desfile que transcurrió con solemnidad, sobriedad y fervor al compás de las marchas procesionales y los pasodobles de la Agrupación Musical. Resonaron la pieza dedicada a la Virgen del Rosario, “Hermano costalero” y la siempre conmovedora “Saeta” a ese Cristo del Madero, que escribió Antonio Machado y que musicó Joan Manuel Serrat.