El día de la Luna comienza en Jaén a la hora nona. Temprano para vivir una tarde y noche de emociones con tres focos muy dispersos entre sí, pero con el nexo de unión a la vera de la Catedral, donde finaliza el engalanado itinerario oficial de la Agrupación de Cofradías y Hermandades, lugar de tránsito común para las corporaciones nazarenas, punto de encuentro de cofrades y escenario de tertulias en los tiempos de espera.
Con el sol como testigo, Jesús de la Caridad inicia su larga travesía por la ciudad al son de cornetas. Caifás le interroga, juzga y condena sin argumentos, solo por miedo a perder su estatus y privilegios. Ego Sum. La joven hermandad abandona las Fuentezuelas donde empieza a crecer su semilla evangelizadora y cofrade. Poco a poco, sin prisas pero sin pausas, como avanza el paso de Jesús de la Caridad por el Jaén penitente dispuesto a vivir una tarde de Caridad, Amargura y Estudiantes.
Penitentes blancos con escapulario cardenal y cruz sanjuanista acuden al Salvador prestos para su procesión de penitencia con la Hermandad de la Amargura. El Señor de la Pasión Despojado de sus Vestiduras baja la rampa por la que empieza otro Lunes Santo. Sayones y romanos desnudan al Cordero de Dios, bajo atenta y compungida mirada de San Juan y Santa María Magdalena. Todo está cumplido, se hace realidad la profecía, como interpretan sus músicos de Jesús Despojado después de llorar Lágrimas de Pasión.
Con el misterio subiendo junto a las vías que conducen al corazón de la ciudad, toda la atención la concentra la Virgen de los Toreros. La Reina de la Amargura desborda la emoción a su paso. Todo son vítores y vivas a la Madre del Salvador, especialmente en la Carrera, donde la familia Amate le homenajea con una tromba de pétalos que caen sobre su palio mientras palomas blancas vuelan junto a sus varales. Su banda no cesa de interpretar composiciones dedicadas a la Madre de la Iglesia, música para aliviar el andar y roneo de una cuadrilla que mece con dulzura el peso de su devoción.
El Lunes Santo en Jaén tiene uno de sus momentos más característicos y propios en la plaza de la Merced, cuando la Tuna Universitaria de Distrito de Jaén ronda a la Virgen de las Lágrimas. Antes, el Santísimo Cristo de las Misericordias deja sin palabras a la multitud que observa el cuerpo lacerado, crucificado e inerte del Soberano de Santa Clara. Todo su itinerario por la ciudad es una delicia. El serpenteo de los Cantones de Jesús, las revirás en Almenas, el paso por San Ildefonso o el regreso por Maestra y Almendros Aguilar donde la oscuridad se apodera del cortejo estudiantil para dar mayor recogimiento a los últimos instantes de penitencia, que también lo son de gozo.
Cae la noche y la Luna toma su sitio en la tribuna del cielo para no perder detalle de la recogida de Jesús de la Caridad entre el azahar de su barrio, para vibrar al compás aflamencado del Señor de la Pasión y en cada levantá a pulso del Cristo del Bambú. Y contiene la emoción al ver pasar a María, Amargura y Lágrimas. La primera, de compás alegre, bulla y sabor a barrio. La segunda, de palio de cajón, sobriedad y tambor ronco. Formas y estilos distintos para una misma esencia.
Así vive Jaén el Lunes Santo, con Lágrimas de Amargura, pero confiado en la Misericordia de Cristo, entregado y Despojado en gesto de Caridad eterna. Y todo a la espera de que María también nos dé Salud, que falta nos hace.