Llegó septiembre y con él, la Pastora. En una tarde de bochorno que amenazó incluso con tormenta, la Basílica de San Ildefonso abrió sus puertas para que la Divina Pastora saliera al encuentro de sus devotos. Las inmediaciones del templo se vistieron con colgaduras y banderas para dar mayor esplendor a una procesión que se hace grande entre las Glorias y que es recibida con gran interés por el pueblo cofrade a modo de inicio de curso. Este año, la gran novedad era el estreno de la parihuela de madera del paso en el que nardos y rosas blancas daban olor y color al risco en el que sentada cuida de su rebaño de almas la Señora que este año portaba junto a su cayado una rosa roja que se entregó en el regreso al templo.
Como viene siendo habitual desde la incorporación de los costaleros, el paso caminó con dulzura por un itinerario que busca enclaves muy cofradieros como Bernabé Soriano, Maestra o Almenas. A los sones del exquisito repertorio de la Banda de Música de Nuestra Señora de la Amargura, de la Sociedad Filarmónica de Jaén, la Pastora alcanzó el cobijo de la calle Maestra. Allí, desde la Peña Flamenca de Jaén llueven pétalos y cantes en uno de los momentos más esperados de la noche pastoreña. Precisamente fue en esta misma calle donde se produjo la rotura de uno de los candelabros delanteros del paso, que por intercesión de la Virgen, no llegó a provocar daños a quienes presenciaban o guiaban su paso.
Con los faldones levantados para rebajar la temperatura que tuvieron que soportar los costaleros, regresó la Pastora a San Ildefonso. Allí, justo delante de la puerta neoclásica de la Basílica, tuvo lugar el broche de vivas y vítores de Paco Jiménez que tanto ha dado que hablar en las redes sociales.
Fotografías: Daniel Carrasco