Pocas personas transitan a esta hora por las calles. Algún rezagado a quien la noche se le quedó corta, otro que se presta a hacer deporte temprano y quien por imperativo del trabajo sale, a pesar de ser domingo, en busca del pan de cada día. Sin embargo, en las cercanías del Salvador hay cierto revuelo porque con los primeros rayos de la mañana, la Amargura se presta a salir de nuevo a las calles. En esta ocasión no hay palio que cubra su pureza, ni marchas que alivien su pena. Ni tan siquiera vivas. Ahora solo toca rezar, Padre Nuestro, Ave María y Salve para la Reina del Salvador.
A las 7 de la mañana, volvía a sentirse el ambiente costalero en una mañana de mayo de Rosario de la Aurora. Fieles a su cita, los hijos que vuelve a prestar su cuerpo para que la Virgen camine por su barrio en un culto externo que sin la parafernalia de la Semana Santa, permite hacer oración en recogimiento. La Amargura, lució con el sol por testigo, y hasta dos horas estuvo bendiciendo con su presencia las casas de los feligreses que a diario la visitan. Pero entonces, fue Ella quien les dio los buenos días.
Fotografías: Manuel Quesada Titos