No es fácil para las hermandades abrir las puertas de la Santa Iglesia Catedral. Ni tan siquiera en el Año de la Fe y en una magna procesión fueron capaces los pasos de atravesar la Puerta del Perdón, quedando entonces en la misma plaza, con la fachada del Templo Matriz como retablo. Sin embargo, hay ocasiones en las que la sensibilidad que se echa en falta en otras, aflora, y por una conjunción extraña de los acontecimientos se produce el milagro.
Algo así le ha ocurrido a la Patrona de Jaén, Santa Catalina de Alejandría, que con motivo del 50 aniversario de su refundación, ha podido acceder a la Catedral, “dormir” en ella e iniciar desde este punto su tradicional romería de subida al Castillo que lleva su nombre. Bien lo merecía, no solo por la efeméride, sino por ser Patrona, la menos reconocida y conocida en la ciudad, y que necesita la atención y devoción de un pueblo que antaño la glorió y ahora la ignora.
Pocos la acompañaron en el traslado que quiso despedirse de su barrio de la Glorieta, falto de un ambiente cofrade que intentan generar Santa Catalina, el Cristo de Charcales y el grupo parroquial de Afligidos y África. Es cierto que tampoco ayudó el viento que en este Jaén de otoño sacude árboles y espanta gentes. Pero una Patrona merece más apego.
Y el domingo, tras la Misa en la Catedral, se inició la romería con el alcalde presente, dando buen ejemplo de lo que debe ser una Patrona de ciudad. Los anderos, de diez, y Blanco Nájera, aliviando el largo camino de cuestas hasta la fortaleza donde se realizó el acto de imposición de la medalla de Jaén a Santa Catalina y su nombramiento como Hija Adoptiva. Títulos civiles para quien dio su vida por defender la Verdad de Cristo y que en Jaén, abrió las puertas de una Catedral cerrada a las Cofradías.
Fotografías: Manuel Quesada Titos