Cuando los días se encogen conforme se acerca el invierno, cuando las calles se pueblan de hojas agotadas por un ciclo de vida corto pero intenso, y justo días antes de que las luminarias artificiales llenan de color la ciudad, la Luz Verdadera refulge desde un convento silente entre callejuelas enclavado. Es la Estrella, el astro de una Madre Divina que se asoma en el mes del negro para dar luz cuando ésta se apaga.
La Hermandad de la Estrella ha celebrado, como cada mes de noviembre, el Triduo a su Titular Mariana haciendo de su Altar un homenaje al arte pictórico. Los respiraderos del paso de palio se convirtieron en marco de un cuadro de alto relieve en el que María Santísima de la Estrella emergía sublime. Ante ella juraron los nuevos cofrades de pleno derecho y a sus plantas fueron reconocidos aquellos hermanos que han cumplido 25 años su camino, su destello, su luz.
Fotografías: Manuel J. Quesada Titos