Desde aquel tiempo lejano de un jueves santo de 1542 en que la Vera Cruz se echó a las calles para rememorar de forma plástica los misterios de la pasión y muerte del redentor, se impuso la norma en todas las hermandades de organizar el itinerario procesional de forma que al paso se fuesen visitando distintos templos con el fin de adorar el monumento eucarístico. El número habitual de “estaciones” era de cinco…en recuerdo y reverencia de las cinco llagas que atormentaron la humana divinidad de nuestro señor jesucristo.
El primer templo a visitar era, lógicamente, la catedral. Así es como surge en Jaén la costumbre de que todas las procesiones “hagan estación” en la catedral.
Con el tiempo, esta costumbre fue aminorándose y ya en el siglo XIX solo quedó en uso la visita a la catedral, que ahora se hacía mas para proporcionar un descanso en los larguísimos itinerarios, que para orar ante la eucaristía. Las últimas hermandades en tenerla en consideración fueron la congregación del santo sepulcro y N.P.Jesús, cofradía esta última que hacía en la catedral una parada de casi una hora de duración para permitir que el acompañamiento, ya afectado por el cansancio de la larga madrugada, tomara un refrigerio. La instalación provisional de N.P.Jesús en la catedral, por ruina de la merced en 1953, suprimió obligadamente la costumbre de “hacer estación” en la catedral. Práctica que ya no se recuperaría quedando tan vieja estampa entre el recuerdo y la anécdota.
Texto de Manuel López Pérez.
Fuente: Enciclopedia Audivisual de la Semana Santa de Jaén
Tomo 1.