El mes de febrero tiene marcado en el calendario cofrade el Septenario a María Santísima de la Amargura, una cita ineludible en El Salvador que permite pregustar lo que está por llegar, una nueva Cuaresma. Los días empiezan a estirarse con el frío de un invierno que se resiste a dejar paso a la templanza. Por eso, al cobijo de la Madre, los hermanos de la Amargura encuentran el calor necesario para sentirse protegidos.
En la soledad del templo, tras la celebración de la Eucaristía, Valentín Molina capta así el altar de cultos levantado para honrar a la Virgen de la Amargura.
Fotografías: Valentín Molina