Mientras se llenan autobuses para acudir a las procesiones magnas que una vez superada la pandemia se suceden en distintas ciudades de nuestra región, Jaén vuelve a evidenciar que es un lunar también en la Andalucía cofrade. Inmersos en el lamento permanente y el complejo de inferioridad que nos hace envidiar lo ajeno sin apreciar lo propio, nos quejamos en la barra de un bar de la apatía de esta ciudad hacia sus tradiciones y costumbres, sin caer en la cuenta de que, tal vez, se haya perdido la batalla y la realidad sea tan contundente como que Jaén no quiere cofradías.
El último ejemplo que viene a consolidar esta afirmación lo encontramos a escasas horas de la procesión extraordinaria de la Cofradía de los Estudiantes por su 75º aniversario fundacional. La hermandad ha tenido que cambiar el itinerario previsto porque “estorba” en el cotidiano latir de la ciudad. Por unas calles, las peatonales, no se puede pasar porque están las terrazas de los bares; mientras que por otras se interrumpe en exceso el tráfico rodado. Y eso que no han empezado las obras del entorno de la Catedral.
Con respecto a la hostelería, es cierto que hace tiempo que esta ciudad se vendió a los bares, con espacios públicos que hoy son una terraza intransitable. Solo hay que darse una vuelta por Deán Mazas o San Ildefonso. Y puedo entender que el hostelero se niegue a retirar veladores que paga “religiosamente” para que pase una procesión, que dicho lo cual, también atrae a una buena clientela a su negocio. Pero esto sería de recibo si todos los fines de semana se encontrara con una cofradía pasando junto a su negocio, que no es el caso.
El otro argumento, el del tráfico, también supone un agravio comparativo. Resulta que no hay inconveniente en cortar media ciudad para una carrera de San Antón, una media maratón, una etapa de La Vuelta, o una manifestación en mayo, en noviembre o cuando sea menester. Pero sí es un problema cortar tres calles para que pase una procesión en 45 minutos.
Como me dice un amigo cofrade una y otra vez, tenemos lo que merecemos, y en muchas ocasiones, los tontos de capirote dirigimos el dedo acusador por nuestros males en sentido equivocado, sin ver con cierta perspectiva que mientras en pueblos y ciudades de nuestra región las cofradías tienen un peso específico capaz de trascender a la Semana Santa, aquí seguimos instalados en el lamento. Eso sí, mejor quejarse sentados en una terraza de bar a esperar el paso de hermandades, pero viéndolas en YouTube.