Manuel J. Quesada Titos

Iguales

Aún con la resaca de una feria en la que hemos vuelto a sentir con cierta alegría el reencuentro con los amigos y la familia, vemos como la oscuridad de la noche le gana a la luz de una tarde que mengua a la par que se retoma con intensidad el trabajo interno de las cofradías.

En el horizonte solo nos queda Santa Catalina, y más lejos, cuando los mantecados y las luces nos vuelvan a situar junto al pesebre, por entonces, deberá regresar el mundo del costal. O al menos eso esperamos.

Porque resulta cuanto menos curioso que la de Jaén sea la única diócesis que impide explícitamente la participación de los costaleros en el regreso del culto externo tras la pandemia. Vemos pasos portados con costaleros en Sevilla, Jerez, Córdoba o Granada, mientras que por esta tierra de olivares se imponen las andas. Con un índice de incidencia acumulada a 14 días de 14 casos de coronavirus por cada 100.000 habitantes, la más baja de Andalucía, se antoja insostenible el argumento del riesgo de contagio debajo de un paso para impedir que las hermandades se manifiesten en las calles como siempre.

Si con esta incidencia no se permiten los pasos portados por costaleros, ¿alguien piensa que cuando llegue Semana Santa tendremos una incidencia aún más baja? ¿Qué pasará entonces si no es así? ¿Se propondrá a las cofradías que procesionen en andas?

Estas preguntas las irá resolviendo el paso de un tiempo que apremia. Parece que en el Obispado no hay prisa y todo apunta a que se esperará a que pase Navidad para derogar el decreto del 2 de septiembre. Sin embargo, la sensación que queda en los cofrades de Jaén y especialmente entre los costaleros es que, una vez más, no somos iguales a nuestros vecinos andaluces. En esto de la religiosidad popular, tampoco.

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