Todo ha pasado, y sin embargo, la sensación es que no todo ha ocurrido. La Semana Santa de 2021 ya es historia y quedará para el recuerdo como aquella en la que nos reencontramos con nuestras hermandades en la intimidad de los templos.
Para siempre será la Semana Santa de las Veneraciones, de las colas para acceder a las iglesias y cumplir así con una tradición en parte truncada. La recordaremos por el esfuerzo de las cofradías de acercar a Jesús y María a la gente, pero respetando la distancia de una seguridad que perdimos hace un año. Ha sido la Semana Santa del gel hidroalcohólico, la de las mascarillas y los golpes en el pecho de unos abrazos sin contacto que quedan pendientes.
En esta Semana Santa hemos recuperado la ilusión y hemos llorado, como en todas, por los que hemos perdido en este periodo que descontamos del Domingo de Resurrección pasado al siguiente Domingo de Ramos. Pero si algo ha demostrado esta Semana Santa es que el cofrade mantiene viva su devoción y su pasión. Que ha estado a la altura de las extraordinarias circunstancias porque confía, porque tiene esperanza.
Esperanza en que saldremos de esta situación; esperanza en una nueva primavera; esperanza en que pronto volveremos a manifestar nuestra fe en la calle. Seguro que tú, que has mirado a los ojos a Cristo estos días, que has deseado agarrar la mano de María en ese encuentro fugaz, se lo has pedido en silencio.