El Año de la Misericordia nos ha dejado, en el plano estrictamente cofrade, dos estampas para la historia. La primera fue la apertura de la Puerta Santa de la Catedral de Jaén con la presencia del Santísimo Cristo de las Misericordias en pleno mes de diciembre. La segunda ha hemos vivido hace solo unos días, con el traslado de Nuestra Señora de las Lágrimas al Monasterio de Santa Clara, el lugar donde su Hijo guarda la clausura.
Mucho ha pasado desde que el Martes Santo, el Señor de los Estudiantes abandonara la Merced para reencontrarse con sus monjitas. Solo unos días pasa al año con su Bendita Madre, lo que hace de los encuentros y despedidas momentos de intensa emoción. Sin embargo, este año les ha regalado un fin de semana de septiembre juntos. El pasado viernes, Nuestra Señora de las Lágrimas acudía a buscar la Misericordia de la Cruz siguiendo el sendero trazado en la tarde del Martes Santo por quien en el silencio, sin mayor corneta que la oración de sus fieles, vuelve a Santa Clara.
Durante la jornada del sábado, María fue expuesta en Besamanos a los pies de la cruz en un día de trasiego cofrade fruto del ímpetu con el que se inicia el curso. Ya el domingo, mientras el Rosario se rezaba en el nuevo y en el viejo Jaén con Caridad y Consolación, primero, y Dolores de San Juan, en el segundo, tenía lugar la despedida. Amarga, como suelen ser todas, pero llena de esperanza y misericordia.
Fotografías: Manuel J. Quesada Titos