La sorpresa de la noche electoral en la Agrupación de Cofradías y Hermandades de la Ciudad de Jaén ha dado pie a múltiples comentarios en las horas siguientes, las llamadas de resaca. Mensajes en las redes sociales que felicitan al ganador y señalan al perdedor, pero que esconden algunas de las claves que ayudan a entender como el aspirante ha sido capaz de superar al candidato a la reelección rompiendo los propios sondeos internos de uno y otro. Porque ni el Latorre más optimista, ni el Paulano más pesimista podían intuir un resultado tan contundente: 34-28 en una tercera votación que mantuvo el escrutinio desde el comienzo la noche. Una distancia insalvable para quien partía con una supuesta ventaja de 10 votos. Los tan traídos y llevados de los miembros de la Comisión Permanente, que el nuevo ganador ya ha dicho, suprimirá para futuras elecciones.
¿Dónde está la razón del éxito de Francisco Latorre? Es la pregunta del millón que encuentra esta explicación. Más allá de su carisma, de su cercanía, experiencia y popularidad en el mundo cofrade jaenero, el triunfo de Latorre ha radicado en su capacidad de congregar en su persona el descontento, más o menos extendido y generalizado, de las cofradías de Pasión y Gloria hacia quien ha ejercido de presidente los tres últimos años. De ahí, este símil con Podemos.
Porque analizando el proyecto y su candidatura, el que será nuevo presidente no se ha distinguido por abanderar una iniciativa novedosa. El apoyo a los grupos parroquiales y nuevas cofradías, la supresión de la calle Campanas de la Carrera Oficial y la intención de que la Agrupación no sea otra cofradía, han sido propuestas suficientes para desbancar a quien estaba llamado a culminar un ambicioso proyecto de Carrera Oficial, y a quien ha abierto la Agrupación de Cofradías a la sociedad jiennense.
Sin embargo, el exceso protagonismo, “charcos” innecesarios como el Centro de Día de Santa Isabel, y campañas de caridad paralelas, sumados a los problemas internos de una Comisión Permanente en la que han llegado a producirse hasta 5 dimisiones, han mermado la popularidad entre sus semejantes del presidente. El mismo que hace tres años se veía como el mejor para modernizar una institución cofrade que después de 20 años uniendo a Pasión y a Gloria, se ha mostrado incapaz unir, y lo que es peor, no ha logrado despertar el interés entre las cofradías como un instrumento útil y eficaz que represente a un colectivo demasiado preocupado en sus propios “ombligos”.
En definitiva, las elecciones del pasado lunes han determinado el modelo de Agrupación que quieren las cofradías, o al menos, sus hermanos mayores y representantes. Una Agrupación que se asemejará a la que presidió Inocente Cuesta en el inicio del presente siglo. Una institución que atienda y escuche, y no tanto que lidere. Porque eso de encabezar tiene riesgos y los riesgos conllevan errores. Los mismos que han generado un descontento latente que se ha hecho patente a la hora de meter la papeleta en la urna.