El cielo anunciaba el final del verano y con este parte meteorológico, las sensaciones no eran las mejores. Por la mañana se había rezado y vitoreado a la Pastora en su Función Principal, y las enormes banderas coquetearon con el viento en el concurso de revoloteadores. Sin embargo, tras el descanso de una siesta tensa, la Basílica Menor de San Ildefonso bullía a la espera de la hora fijada para abrir su puerta neoclásica. La frontera entre el cielo y la tierra en una tarde de verano que se tornó otoñal y acabó con la desilusión de quienes dentro y fueran esperaban a la Madre de Dios.
Llegadas las 19 horas, la Junta de Gobierno decidió esperar 30 minutos. Llovía ligeramente y sonaban los truenos de una tormenta que podía ser pasajera. Al menos, esa era la esperanza, lo último que se pierde y que acabó por agotarse cuando cumplido el plazo el cielo seguía tan oscuro como los trajes de chaquetas de sus miembros de junta.
Fue entonces cuando comenzó el rezo del Santo Rosario con una Basílica de San Ildefonso repleta de gente, entre los que se encontraban aquellos que se cobijaban del agua y los curiosos. Durante los Misterios de María, la cofradía decidió que los costaleros pasearan a la Pastora por las naves del templo. Levantás al cielo sin que las bóvedas dejaran verlo, que rompían la intimidad de la oración y aplausos fuera de lugar sin que la tarde los mereciera, terminaron por emborronar una jornada que oscureció la premura del otoño.
Fotografías: Manuel J. Quesada Titos