Las Hermandades, y más aún la propia, llenan de satisfacciones el cuerpo y el espíritu de los que se sienten cofrades, los que siempre han vivido esta forma de ser, los que entienden que una de sus principales obligaciones es acompañar a sus Imágenes Titulares durante la procesión, y visten la túnica estatutaria como hermanos de luz.
Pero esas satisfacciones se tornan en algo doloroso cuando hay que comenzar a pensar si puedes o no seguir en tu fila con tu cirio. Y es que este puesto es, probablemente, el más castigado de la procesión, el que se mueve al albur de todos los demás: capataces, costaleros, músicos, insignias,… el que llegado un momento, debido a la lenta marcha y a los largos parones, comienza a sufrir el dolor de pies, piernas, cintura y espalda, amén del peso de los cirios en boga.
Los dirigentes de Hermandades preguntan dónde están en Jaén los hermanos de luz. Es fácil contestarse a esa pregunta, más aún, si al dejar de ser dirigente te incorporas a la fila.
Mucho hemos copiado de otras ciudades y cofradías, pero no esto. ¿Cómo es posible que en Sevilla, una cofradía con 3.000 nazarenos tarde en pasar exactamente lo mismo que aquí en Jaén una que no llega a 100? Hemos de aprender a andar si queremos que en nuestras filas haya nazarenos de cierta edad, y si queremos que el público que presencia la procesión no se canse al mismo tiempo.