Repican las campanas en el silencio de la ciudad vacía. Tanto como ha quedado el sepulcro. Cristo ha resucitado y una alegría desbordante impregna las calles. Todo es color y brillo en la estrenada primavera que celebra el triunfo de la Vida sobre la muerte.
Con el júbilo que da creer en la salvación del Maestro, la Cofradía del Señor Resucitado y María Santísima de la Victoria abandona el la Basílica de San Ildefonso para gritar a los cuatro vientos que Cristo vive. Cofrades de otras hermandades, en su mayoría jóvenes, conforman las filas de nazarenos multicolor que anteceden a las representaciones corporativas de las cofradías de Pasión y Gloria. El pueblo cristiano y cofrade unido en procesión proclamando el sentido de una misma fe.
Ligeramente elevado sobre su paso, Cristo eleva los brazos al cielo de Jaén. Suena Resucitó en el pentagrama de la Estrella y las costaleras del Señor inician el “baile”. Primero por las callejas del arrabal, y después por los rincones de la Catedral, es una delicia contemplar el paso del Resucitado bajo el sol de una mañana de abril en la que los tonos son puros, en la que bajo el caperuz no hay lugar penitencia.
Solo hay que mirar a María para entender lo que significa la alegría. Por sus mejillas no se derraman las lágrimas y en sus ojos se aprecia la Victoria de creer en Dios. Es la última vez que pasea sin el deseado palio que la cubra de los rayos del astro que ilumina los días. Su cielo dorado espera, como lo hacen sus cofrades, a que escampe la tormenta.
Los capirotes dorados se perderán en el horizonte donde hace siete días fueron blancos, vemos el paso de la Virgen de la Victoria perderse por Campanas y después, de regreso, por Hurtado, y su manto será la última imagen de una Semana Santa soñada en la que todo ha sido recuerdo y memoria.
Finaliza la Pasión, seguramente más espiritual de cuantas hayamos vivido los cofrades. Ha habido tiempo para leer, reflexionar, ver y disfrutar de imágenes de otras Semanas Santas. Pero también se ha llorado en la intimidad y se ha rezado, mucho, individual y colectivamente, que las nuevas tecnologías lo han permitido. Las hermandades no han estado en la calle, pero han procesionado en nuestro corazón, cumpliendo así su misión evangelizadora.
Por eso, ¿quién dijo que no había Semana Santa? En Pasión en Jaén la hemos vivido y sentido, con la intensidad de siempre, con la misma Pasión.