No termina de calar en el mundo cofrade la salud democrática. Las hermandades, por lo general, se empeñan en generar círculos o grupúsculos de poder terrenal que se sienten amenazados cuando se plantean otras formas de ver la realidad y de afrontar el futuro. Tal vez por eso, lo habitual en nuestro Jaén es que solo concurra una candidatura cuando se convocan elecciones a hermano mayor.
El pasado domingo, la Cofradía de Nuestro Padre Jesús celebró unas elecciones en las, por primera vez en su reciente historia, se ponían sobre la mesa dos maneras de entender la hermandad. Una de ellas, la que resultó ganadora con contundencia en las urnas, que aboga por seguir como hasta ahora. La perdedora, atrevida y revolucionaria, si me permiten la expresión, que planteaba cambios de calado.
Como ya lo saben, los hermanos del Abuelo prefirieron la opción más conservadora, “virgencita, que me quede como estoy”. Pero fuera del Camarín, entre el resto del mundo cofrade, Paco Carrillo también ha ganado. Y dentro, ha dado voz a una corriente, minoritaria todavía, que reclama cambios. Cambios no para parecerse a nadie y perder la identidad. Cambios para frenar la pérdida de cofrades y nazarenos, un 39% en la última década. No me cabe duda de que la nueva junta de gobierno hará todo lo que esté en su mano para devolver a la Cofradía de Jesús al lugar que merece y tenía, no solo en Jaén, sino en toda Andalucía. Tienen trabajo por delante.
Algunas veces, la democracia cofrade que tanto se ensucia en las redes sociales, sirve para reactivar o remover cimientos, sin necesidad de provocar terremotos.