Llevas esperando mucho tiempo, demasiado. Pero como dice el refranero popular, no hay mal que cien años dure, y aunque estos tres años que han pasado desde que la Soledad cerró la Semana Santa de 2019 se antoje una eternidad, casi todo volverá a ser como antes, como siempre.
En apenas unos días amanecerá un nuevo Domingo de la Luz, el de Ramos, el del estreno, el de los recuerdos de la infancia lejana. Y será el momento de reencontrarse con la tradición y la devoción, con las muestras de una fe sencilla, la del pueblo, que es tan pura como la lágrima que se escapa al verte de nuevo en el mismo sitio, aunque posiblemente no con la misma gente.
Este año van a estar muy presentes todos aquellos cofrades que nos faltan en las filas, en las trabajaderas, en las aceras. Muchos de ellos legaron su pasión cofrade a hijos y nietos. Por todos ellos y ellas irá la primera levantá a Cristo y María, para acercárselos a un cielo que vuelve a ser protagonista conforme se acerca el momento.
Todos deseamos, más viniendo de dónde venimos, una Semana Santa plena, de sol y esplendor. Pero si no lo es, te animo a sobreponerte, como lo llevas haciendo dos primaveras, porque lo importante es que, ahora sí, las cofradías vuelven a las calles para enseñar lo que son, evangelizar y cumplir su misión.
Tú, como yo, hemos visto que nada se puede dar por hecho, que en un instante todo se derrumba, que lo que era siempre puede dejar de serlo. Por eso, hermano cofrade te pido una cosa: vive intensamente esta Semana Santa como si fuera la primera, como si fuera la última.