El reloj agota el tiempo de la espera. Ya se cuentan las horas para que todo se cumpla sin cumplirse, para el reencuentro de siempre que ojala, no se repita nunca. La primavera despunta en las calles, y yo te pido cofrade, que salgas, que recuperes la ilusión, que acudas a todo lo que tu hermandad ha organizado con el mismo esmero, pero con tremenda dificultad.
Esta Semana Santa hay que hacer procesión de penitencia en solitario, con los convivientes, con una mascarilla, pero a cara descubierta. Desde casa a la Iglesia, y de la Iglesia a casa. Pero hazlo por el camino más largo. Pasea por la carrera oficial que inmortaliza en fotografía aquello que desborda los sentidos.
Asómate a cada exposición: la dedicada a las bandas y la música que este año solo suena en el recuerdo, a la artística que ofrece la familia Carrillo en su academia de arte, o a la recreación de unas procesiones en miniatura que te invita a jugar como cuando eras niño. Disfruta de ese rincón de la ciudad donde faltará la bulla, de la parada en la tasca o en la terraza de ese bar que espera tu consumición como un donativo de caridad. Y no olvides esa torrija que sabe a nostalgia.
Este año, engalana los balcones como si todo fuera a ocurrir, pero no te asomes, que ya lo hiciste bastante la pasada primavera. Ahora toca bajar, pisar la calle y vivir con la misma intensidad los días que llevas esperando desde aquel día que truncó la normalidad.
Este año, el cirio eres tú, que también te consumes con una nueva primavera pero que iluminas con tu esperanza. ¡Cofrade, a la calle! Que se te vea, que te vean. Porque a pesar de todo, vuelve a ser Semana Santa.