La música cofrade será declarada más pronto que tarde Bien de Interés Cultural de Andalucía. Un reconocimiento que hará justicia al inmenso trabajo que durante décadas han realizado los miles de componentes que han pasado por las formaciones musicales que salpican nuestra región. Todos y cada uno de ellos han aportado su granito de arena, acudiendo a los ensayos en las frías noches de invierno o haciendo cientos de kilómetros para cumplir con un compromiso a la par que disfrutar de su pasión.
No cabe duda de que la música cofrade vive una etapa de esplendor, de máximo apogeo y seguimiento. Las nuevas composiciones suenan con armonías y afinación propias de una orquesta, y ya no es de frikis escuchar marchas en pleno agosto a la orilla del mar, o llevarlas en el coche cuando acudes a hacer la compra el fin de semana. Ahora se promocionan los estrenos de composiciones como si fuera el último single de Rosalía, y en las redes sociales crecen los clubes de fans de las bandas de referencia.
Sin embargo, este fenómeno también provoca situaciones que han despertado un debate en el mundo de la Semana Santa y sus hermandades. ¿Es lógico que haya gente que le dé la espalda a una Sagrada Imagen porque está grabando con el móvil a la banda que le acompaña? ¿Han pasado las formaciones musicales de ser un acompañamiento y por tanto, un complemento, a convertirse en el actor principal en una procesión?
Hay opiniones para todos los gustos, sobre todo a raíz de las últimas magnas, donde las bandas han sido el reclamo para atraer a visitantes, un cebo lícito siempre y cuando no se acabe cangrejeando delante del banderín, móvil en mano y de costero a costero.