No era domingo. Tampoco fue cuando el sol despunta en una mañana de primavera. Sin embargo, aquella tarde noche de otoño desprendía la misma ilusión del estreno que cada primavera anuncia la llegada del Señor a lomos de un pollino. El ambiente era festivo, no es para menos cuando se cumplen 75 años, y la aquella procesión extraordinaria fue tan triunfal como la entrada de Jesús cada Domingo de Ramos en la ciudad.
Acompañado por las cornetas y tambores de la Banda del Despojado de Granada, el misterio de Nuestro Padre Jesús de la Salud abandonó su templo de Belén y San Roque de camino a la Santa Iglesia Catedral. Tras Él, como siempre desde su llegada en 1991, María Santísima de Paz, que se sumó a la celebración bajo palio y a los sones de la Banda del Rosario de Sanlúcar la Mayor.
Tras la Eucaristía en la seo jiennense, la Hermandad de la Borriquilla se adentró por lugares que no transita el Domingo de Ramos. Buscó el recogimiento y el encanto del barrio de San Ildefonso para pasar junto a la Reja de la Capilla y rendir así saludo a la Patrona de la ciudad. Poco después, en el Convento de las Bernardas, se vivió uno de los momentos más especiales, al transitar por el lugar donde se fundó la corporación. El otro sería en la Cuesta de Belén, donde la bulla se apoderó del cortejo para vibrar con los costaleros mientras llovían pétalos de los balcones.
Y todo esto, dejando una estampa que no se veía desde 2013, la Hermandad de la Borriquilla procesionando en plena noche. Y en la oscuridad, siempre ganan los pasos de palio. María Santísima de la Paz brillaba como nunca, con la candelería encendida, el oro de su palio ardía y dejaba una estampa para el recuerdo. No cabía más belleza y tampoco más gozo para una cofradía joven por sus formas y edad media de sus hermanos, pero madura por historia y saber hacer.
Fotografías: Valentín Molina