Llegó con el tiempo justo, pero suficiente para encontrarse con los suyos. Aquellos que lo echaron en falta desde el primer instante que dejó Cristo Rey para regresar a las manos que lo tallaron en la madera para después recibir la unción divina que solo Dios da a sus cosas. Por eso, como en todos los reencuentros, las emociones afloraron. Mucho se dijeron en el silencio del templo y en la vela que sustituyó al Besapié para que la reciente policromía se asentara. Así se condensaron los tres días de un Triduo Eucarístico distinto y especial, el del regreso del Amor.
Fotografías: José M. Anguita